domingo, 16 de abril de 2023

Crítica: ¡HÁGASE LA MUJER!


Mujer

Dios aparece y con él, el Diablo. La presencia escénica se hace sentir, la música envuelve el espacio y hay una modulación adecuada. Los actores demuestran un dominio entrenado de la voz y el texto. Las modulaciones, la dicción, el timbre y el ritmo están bien colocados por la mano del director y la intuición de los actores.

Aparece el Hombre, Dios tiembla ante su mayor creación, el Diablo lo tienta constantemente. La crítica a los roles que puede asumir la Mujer se introduce entre nuestras reflexiones, aun desde una manera implícita, solo desde la perspectiva del creador y de sus cómplices. Empieza a pulular algo que los confunde racionalmente, la naturaleza y el orden se encuentran en conflicto.

El Hombre necesita algo, Dios lo sabe y el Diablo, también. La astucia para montar un texto de esa naturaleza nos permite descubrir los pretextos en los que caen algunos sectores de la sociedad, al justificarse en interpretaciones de los textos bíblicos y del mandato divino.

¡Hágase la Mujer! dice Dios. Desde este momento todo cambia, lo que aparentemente era un conflicto unilateral se convierte en algo que va hacia otro sentido. La presencia de la Mujer cambia el escenario. El ritmo creció inmediatamente, la actriz sabía cómo trabajar la dualidad que le exigían, pero a la vez, emitir una voz de protesta, muy fuerte.

En estos tiempos observar una muestra de teatro de texto se torna una reflexión. Estamos viviendo una época donde impera la destrucción del drama; sin embargo, existen muestras como ¡Hágase la Mujer!, que nos permite redescubrir el concepto de actor desde sus orígenes remotos. Técnicamente, la obra estuvo bien, los técnicos y actores convergieron con eficiencia. El espacio es abierto, como su nombre lo dice, y el uso de la voz fue bien manejado, las luces fueron sencillas y ordenadas, aportaban una cálida atmósfera.

La forma de emitir la resistencia de la Mujer fue uno de los mejores momentos, porque hasta antes de su aparición, Dios, el Diablo y el Hombre mantienen una relación que muestra la construcción del pensamiento que critica la obra; solo vibran en un sentido, todo fluye con naturaleza y familiaridad.

Cuando aparece la Mujer, algo sucede en el cuerpo de los personajes y también de los espectadores. Los textos reafirman la postura corporal y el manejo de energía envuelve a la escena hacia otra comprensión.

¡La Mujer expresa lo que quiere ser!, ¡no acepta lo que no le gusta!, ¡no permite que se la utilice! Es el momento más alto de la obra. Los colores sencillos y el diseño del vestuario conjugan ante la presencia de la actriz, y su voz y belleza resuenan en el espacio.

Moisés Aurazo

16 de abril de 2023

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