miércoles, 29 de julio de 2020

Crítica: MONOGAMIA


Crucial elección de textos

Al haberse cambiado drásticamente las reglas del juego en plena pandemia, entonces se hace indispensable para los artistas escénicos el crear nuevas estrategias para seguir contando sus historias, ahora para la pantalla. Definitivamente no es lo mismo crear un espectáculo para ser representado en un escenario tradicional que uno para ser transmitido a través de una plataforma virtual. Y no se trata que una tribuna sea mejor que la otra, ya que ambas tienen pros y contras por ser canales de comunicación muy distintos, así algunos insistan en creer lo contrario. La forzada adaptación a las funciones en línea, para aquellos que decidan seguir en la brega, traerá un nuevo cúmulo de decisiones que estos “nóveles” creadores virtuales deberán asumir con responsabilidad, siendo acaso una de las primordiales la elección del texto a trabajar. Por eso, llama la atención el enorme riesgo asumido por el equipo de la obra Monogamia, a cargo del director Beto Miranda y la producción de Nubart.

Fácil es comprobar que una gran parte de los espectáculos transmitidos por la red en los últimos meses han sido historias de reconocibles estilos y fórmulas, ejecutadas con mayor o menor fortuna, que muy bien podrían funcionar en microteatro con menos de una hora de duración cada una. Versiones abreviadas, como la propuesta audiovisual de Final de partida de Samuel Beckett o fragmentos de obras de largo aliento, como el monólogo inicial de El hombre del subsuelo de Fiódor Dostoyevski, también han sido parte de la temporada virtual de este primer semestre. Por eso, resulta curioso el estreno de Monogamia, en transmisión en vivo por YouTube, con ¡una hora y quince minutos de duración, con intermedio! Escrita por el dramaturgo y psiquiatra chileno Marco Antonio dela Parra en el 2000, Monogamia es una dilatada conversación en un club entre dos hermanos muy distintos en apariencia, pero que comparten demasiadas cosas entre sí. Carente por completo de acciones, todo el peso de la historia recae en la interpretación de dos actores que puedan sostener este diálogo acerca de la vida en pareja y de la infidelidad, ambientada hace veinte años.

Miranda ya había demostrado ingenio en su labor como director al abordar un texto tan atípico con Extraños (2016) de Daniel Dillon. Sin embargo, en Monogamia solo se limita a cambiar el contexto original por una videollamada y ajustar correctamente las actuaciones de Juan de los Santos y Carlos Zubiate. Acaso la elección de un extenso texto discursivo pudo haber sido o no la adecuada; no obstante, Miranda consigue despojar a los actores de ese estilo teatral presente en los primeros minutos, para poco a poco ir ganando fluidez en las interpretaciones. Los secretos y las revelaciones entre los hermanos van apareciendo progresivamente y se va creando tensión y sorpresa, evitando en general caer en la monotonía. Miranda tiene las aptitudes para jugar y experimentar más con los textos que le toque trabajar y es seguro que solo será solo cuestión de tiempo para que aquel aparezca.

Sergio Velarde
28 de julio de 2020

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