lunes, 6 de julio de 2020

Crítica: INCERTIDUMBRE


A penny for your thoughts

Futurible:
adj. Dicho de una cosa: Que podría existir o producirse en el futuro, especialmente si se diese una condición determinada. Usado también como sustantivo masculino.
Diccionario de la lengua española.

“Eje producciones” es una joven agrupación que, ante la crisis sanitaria, se sumó con gran entusiasmo al cúmulo de iniciativas virtuales que han aparecido en nuestro medio durante el último trimestre. Así, durante una breve temporada de seis fechas en junio, nos ofrecieron Incertidumbre, obra escrita por el dramaturgo Jorge Bazalar, bajo la dirección del novel Jefferson Cornejo y la actuación de los también nóveles Alejandro Tagle y Maria Fe Allemant.

Lo primero que hay que decir es que la pauta de difusión ha sido elaborada con esmero y muy buen gusto. Desde el material multimedia usado en redes (incluso cuentan con un tráiler), pasando por una función para la prensa, hasta una alfombra roja (virtual, se entiende) el día del estreno, el esfuerzo invertido por la producción es notable y se agradece de sobremanera. Si hubiese algo que sugerir sería, quizás, buscar más medios a través de los cuales difundir su trabajo. En las últimas semanas, hemos observado que muchos colectivos y agrupaciones están prestando, de manera solidaria (y sin precedente en nuestro medio), sus espacios de difusión para publicitar los espectáculos virtuales de muchos colegas. Sería esta una interesante alternativa para que más público los conozca.

El texto de Bazalar nos ofrece una historia sencilla y algo predecible que versa sobre el dilema y la nostalgia juvenil: ella y él, los protagonistas, fueron pareja y prometieron encontrarse en un determinado lugar y fecha al cabo de cinco años de pactar este encuentro. Como suele suceder cuando se está floreciendo a la adultez, la vida los ha llevado por rumbos distintos y han perdido contacto. Como todo plazo en la vida, este también se ha cumplido: el día del reencuentro pactado ha llegado y ambos lo recuerdan bien. La obra inicia con estos personajes, cada uno en su habitación, resueltos e ilusionados, alistándose para asistir a la cita. Cada uno, en coincidente sincronía, recuerda la intensidad de lo vivido, dialoga a la distancia con el recuerdo del otro, y come ansias sabiéndose a pocos minutos de volverse a ver. Empero, todo podría ser un sueño guajiro. ¿Y qué tal si no se presenta? ¿Y qué tal si ya se olvidó? ¿Y qué si no lo olvidó y ya no le importa? ¿O está con pareja, o…? Son personajes que se adentran en ese serpentín de Pasamayo en el que se convierte la mente cuando anda a tientas, y está en peligro de pisar en falso y desbarrancarse en el abismo de la desilusión. Lo anterior resulta tan cursi como la propia humanidad en los dilemas del amor. Y, sin embargo, la dramaturgia de Bazalar nos conduce por estas circunstancias con frescura y candor juvenil, sin llegar a ser empalagoso. El transcurso del tiempo en la obra puede resultar un tanto confuso, sobre todo al final (los personajes pasan del “todavía es temprano” al “ya es tarde” en cuestión de minutos). Entendemos que es una convención que quizás sea más efectiva en un espacio teatral y haciendo uso de los recursos propios de este medio.

Al igual que muchas de las otras iniciativas en estos tiempos de escenario virtual, Incertidumbre se desarrolla en vivo y a través de la plataforma Zoom. Los actores, físicamente separados, intercalan monólogos y, por momentos, interactúan a través de una videoconferencia, mientras se desplazan y se acicalan en el pequeño espacio. Cuenta cada uno con una cámara y un micrófono dispuestos en un extremo de cada habitación. En este caso, el retardo que inevitablemente se suele dar en este tipo de transmisiones entre los participantes se disimuló con relativa eficiencia. Sin embargo, la decisión de echar mano a un recurso teatral, haciendo interactuar por momentos a los personajes, uno en primer término y el otro a dos o tres metros de la cámara (como si estuvieran en el proscenio y en el foro de un escenario), jugó en contra de la calidad del audio durante la presentación. El efecto de esta disposición es que el audio del que se encuentra cerca es mucho mejor en cuanto a nitidez y volumen que el del que está lejos, llegando por instantes a opacar su parlamento. Esto sin contar con que la proximidad de los ejecutantes a la cámara resultó algo exagerada por momentos. Dicho lo anterior, entendemos que la dirección de Cornejo ha privilegiado el lenguaje teatral antes que los detalles técnicos que notamos, y nos parece válido que así haya sido, aunque ello vaya en desmedro de la pulcritud del montaje.

El trabajo actoral de Allemant y Tagle fue correcto. En general, condujeron a sus personajes con honestidad y verdad, en cada momento de su predicamento, sin apelar a una teatralidad innecesaria ante una cámara, salvo lo que ya se indicó líneas arriba en cuanto a los efectos de la proximidad exagerada. Viendo a la actriz y al actor desenvolverse en una entrevista, nos queda claro que el trabajo de construcción de personajes les requirió apenas prestar su simpatía y jovialidad. Vamos: su alegría de vivir. Ellos mismos pudieron haber sido estos “ella” y “él” en esta singular circunstancia. Y está bien que haya sido así. El oficio actoral no demanda una transformación camaleónica, sino la realidad del ser y del hacer. Allemant y Tagle han conseguido en su trabajo esta realidad.

Incertidumbre nos habla de un futurible. De algo que podría darse si es que tal o cual condición se cumple. Así como en esta obra, la incertidumbre nos hace zozobrar, sí, pero también nos anuncia que la acompaña la esperanza. En estos tiempos aciagos e inciertos, en especial para las artes escénicas, la esperanza que tras ella se esconde es también una invitación a probar, a atreverse, a forzar los límites. Quizás sea esta la condición que debe cumplirse para la existencia de un futuro: la de continuar en el hacer.

David Huamán
6 de julio de 2020