El camino hacia una reflexión
El grupo cultural Yuyachkani ha vuelto a
montar Discurso de promoción bajo el subtítulo de “revisado”. Posiblemente con
la intención de indicar que el trabajo ha sido analizado, reflexionado, re-pensado
e incluso re-interpretado. De todas maneras, solo es una muestra de que siguen llevando
un proceso de creación constante y de autobservación.
En líneas generales, la obra es una suerte
de teatro inmersivo guiado, pero que presencias sin intervenir. Aquí los pasajes históricos son cuestionados.
Aparecen diversos personajes tratando de dar testimonio de su época. Además de
que el uso de la música en vivo y de los elementos simbólicos terminan de
conflictuar al espectador, quien no solo es parte del público, sino que sería
parte del problema que se presenta en escena.
El aspecto espectacular es brillante en su
ejecución. Las interpretaciones y la interacción con el público son impecables,
tanto en la antesala como en el “espacio/escenario”. Destacando su desorden
meticulosamente ordenado. Siempre estamos viendo imágenes que nos refieren a
algo, cuerpos en constante tensión; escuchamos bellos temas musicales; aun así,
la cuestión está en si escuchamos el discurso (tal cual el título de la obra).
Es aquí donde entramos en debate.
Hay un aparente mismo concepto: el Perú,
país caótico, dividido, con heridas sin cerrar, de problemas que no han sido
resueltos, falto de identidad, independiente pero que no se ve ni se siente de
esa forma. Esto a la vez se difumina por la pérdida de ritmo a mitad de la obra
debido a las altas dosis de espectacularidad sin muchas pausas y a las
temáticas que no logran relacionarse del todo. No es lo mismo hablar de la
negada participación de la mujer en la historia o de las esterilizaciones
forzadas o de la trata de personas. La complejidad es muy grande. Incluso
traerlos a colación requiere de observar todas las perspectivas posibles. En la
puesta parece que solo vemos buenos y malos, mas no grises. Hay presentación
(en lo estético), mas no la revisión que se necesita. Todavía hay detalles
mínimos que son interesantes y se escapan de lo políticamente correcto (lo cual
al final es la esencia del montaje). Por ejemplo, cuando una joven caucásica
usa una pollera e intenta cantar un huayno. ¿Metáfora exacta del contenido
curiosamente? Pudo ser ese un camino muy especial, en lugar de caer en la
solemnidad.
El director Miguel Rubio llamaba “acción
escénica” a su estilo de hacer teatro, pero ahora el grupo ambiciona a ser un
material de archivo vivo, un manifiesto estético de memoria política que
dialoga con los conflictos del presente. No obstante, el tema unificador se
torna ambiguo. Aunque no se niega el inmenso valor del riesgo de converger
tantas problemáticas y desarrollarlas a través de lo performático, el hecho de
abarcar demasiado provoca no darnos una razón clara de lo que se quiere lograr
con esto. Quizás lo ideal sería que nosotros como artistas y espectadores no
busquemos respuestas a través del arte, sino formulemos las preguntas correctas
e incómodas en medio de un contexto de mucha incertidumbre. Así podremos
obtener un manifiesto consistente en nuestro teatro peruano actual.
Christopher Cruzado
1º de setiembre de 2023
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