lunes, 30 de mayo de 2022

Crítica: LA SANGRE ES MUJER


Eso no es amor

Una de las grandes fortalezas del Teatro es que refleja la esencia del ser humano y por ende, la de su propia sociedad, claramente afectada por su pensamiento cultural. Justamente, nuestra cartelera teatral viene ofreciendo espectáculos que exploran, cada uno a su manera, esta serie de problemáticas que nos impiden avanzar socialmente: la discriminación hacia nuevas masculinidades e identidades, como en Toda vergüenza toda; las tragedia a causa de la migración, en SURTE. El sonido de los sueños; la trata de personas, en Inopia de un Dios salvaje, o la explotación laboral, en El fuego que hemos construido. A este grupo de interesantes propuestas se le une La sangre es mujer, con la dirección y autoría de Esteban Philipps, texto que recibiera una mención honrosa en la tercera edición del Concurso Nacional Nueva Dramaturgia Peruana 2016, organizada por el Ministerio de Cultura.

Con un pequeño pero significativo cambio en el título original (Sangre de mujer), Philipps nos muestra de manera descarnada, pero visualmente estilizada, las terribles historias de cuatro mujeres severamente afectadas por la violencia de género: la víctima de secuestro (Mayra Nájar); su abogada (Jackie Vásquez), atormentada por un oscuro pasado; la drogada y ultrajada en una fiesta (María del Carmen Sirvas), novia de la legista; y la recién casada (Brigitte Jouannet), reducida a su rol procreador por parte de su marido. Las actrices no solo se limitan a interpretar con convicción sus roles de víctimas, sino que el texto y la dirección les otorgan profundidad a sus personajes, varios matices en sus relaciones con sus agresores y acaso el detalle más interesante, se convierten en víctimas de ellas mismas.

La puesta en escena se regodea en el uso del color rojo, que significa fuego, calor, pasión, peligro y violencia (todos presentes en el montaje), concentrado en las luces, en el vestuario y en aquellas telas que cumplen múltiples usos, como el de representar las cadenas que mantienen reprimidas y castigadas a estas mujeres. La puesta nos regala un puñado de escenas poderosas e inquietantes. Mención especial para el trabajo de Juan Carlos Pastor, quien asume los papeles masculinos con mucha versatilidad, sobriamente acompañado por la omnipresente figura de Sebastian Ramos. Desde su tribuna en el Nuevo Teatro Julieta de Miraflores, Philipps genera con La sangre es mujer una oportuna llamada de atención hacia los excesos del abuso de poder, el machismo imperante y las enormes desigualdades de género, que todavía no permiten que se concrete el equilibrio social y cultural  que nuestra sociedad exige a gritos.

Sergio Velarde

30 de mayo de 2022

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