Sueños de engaño
En el año 2010, el conocidísimo actor
venezolano Edgar Ramírez interpretó una película llamada Carlos (Olivier Assayas) que fue muy disruptiva en Europa, pues
estuvo a punto de ser postulada al Oscar a mejor película extranjera. Pero no
lo logró, porque ganó premios para la televisión y también para el cine; es
decir, de un mismo contenido logró generar dos lenguajes. (1)
Este segundo montaje de Jorge Pecho, luego
de ver Titanomaquia, El fin de los dioses, nos lleva a reflexionar cuáles son
los límites del teatro en estos tiempos de virtualidad y cómo elegimos interpretarlos.
Desde el inicio del espectáculo, el formato audiovisual que se presenta ronda lo
cinematográfico, pero al mismo tiempo, me hace concluir que su adaptación a las
tablas sería un trabajo sencillamente imposible. Entonces, la pregunta cae por
sí sola: ¿Esto es teatro? Muchos ortodoxos de la dramaturgia estarían en contra;
yo, en cambio, discrepo. Estoy convencido que Jorge está marcando un nuevo
lenguaje disruptivo en la forma de hacer teatro. Además, es innovador y de
admirar, pues este formato llegó para quedarse, sobre todo en nuestro contexto
actual.
El trabajo visual fue obra de Luis Peche y
la organización general de Daisy Avilan. Ellos son los que merecen los
principales aplausos en estas funciones sobre mitología griega. El montaje
apela mucho al color, lo cual deja absorto a cualquiera. De igual manera, las
voces en off dan la sensación muy realista del contexto mitológico. Es
interesante cómo han adaptado la tragedia de Hera a lenguajes más convencionales.
Un divorcio que genera una serie de emociones en la protagonista; de hecho, en
cada escena se puso un subtítulo de acuerdo a sus estados de ánimo. Es de
felicitar esa limpia actuación que logró Liz Roggero (Hera), pues fue
impactante la degeneración y luego, recuperación mental de su interpretación.
Por otro lado, la naturalidad de Karla Puppo (Hipnos) fue interesante, aunque
siempre mantenía la misma fuerza. Finalmente, el controversial papel de Ceres y
cómo interpretó muy bien la desesperación y el dolor Leonela Alarcón.
Finalmente, el montaje no solo es fuerte
por lo visual, sino también por el contenido, pues demuestran que lo clásico no
solo son obras indescifrables para públicos reducidos, sino intentan acercarlos
a la gente. Por ejemplo, existe una escena en que se apela a los juguetes para
representar un conflicto real de la mitología de la diosa Hera. Un ortodoxo
habría preferido hacer algo más literal o utilizar elementos indescifrables,
solo para saciar una autocomplacencia de intelectual. Creo que si el objetivo
es generar públicos fieles y diversos, los sectarismos no ayudan nada.
Personalmente, propondría a la producción realizar un montaje de Antígona.
Vaticino un gran éxito.
Enrique Pacheco
12 de junio de 2021
(1) Crítica Carlos. Diario El Espectador. http://www.elespectadorimaginario.com/pages/abril-2011/criticas/carlos.php
No hay comentarios:
Publicar un comentario