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sábado, 12 de junio de 2021

Crítica: EL DIVORCIO DE HERA


Sueños de engaño

En el año 2010, el conocidísimo actor venezolano Edgar Ramírez interpretó una película llamada Carlos (Olivier Assayas) que fue muy disruptiva en Europa, pues estuvo a punto de ser postulada al Oscar a mejor película extranjera. Pero no lo logró, porque ganó premios para la televisión y también para el cine; es decir, de un mismo contenido logró generar dos lenguajes. (1)

Este segundo montaje de Jorge Pecho, luego de ver Titanomaquia, El fin de los dioses, nos lleva a reflexionar cuáles son los límites del teatro en estos tiempos de virtualidad y cómo elegimos interpretarlos. Desde el inicio del espectáculo, el formato audiovisual que se presenta ronda lo cinematográfico, pero al mismo tiempo, me hace concluir que su adaptación a las tablas sería un trabajo sencillamente imposible. Entonces, la pregunta cae por sí sola: ¿Esto es teatro? Muchos ortodoxos de la dramaturgia estarían en contra; yo, en cambio, discrepo. Estoy convencido que Jorge está marcando un nuevo lenguaje disruptivo en la forma de hacer teatro. Además, es innovador y de admirar, pues este formato llegó para quedarse, sobre todo en nuestro contexto actual.

El trabajo visual fue obra de Luis Peche y la organización general de Daisy Avilan. Ellos son los que merecen los principales aplausos en estas funciones sobre mitología griega. El montaje apela mucho al color, lo cual deja absorto a cualquiera. De igual manera, las voces en off dan la sensación muy realista del contexto mitológico. Es interesante cómo han adaptado la tragedia de Hera a lenguajes más convencionales. Un divorcio que genera una serie de emociones en la protagonista; de hecho, en cada escena se puso un subtítulo de acuerdo a sus estados de ánimo. Es de felicitar esa limpia actuación que logró Liz Roggero (Hera), pues fue impactante la degeneración y luego, recuperación mental de su interpretación. Por otro lado, la naturalidad de Karla Puppo (Hipnos) fue interesante, aunque siempre mantenía la misma fuerza. Finalmente, el controversial papel de Ceres y cómo interpretó muy bien la desesperación y el dolor Leonela Alarcón.

Finalmente, el montaje no solo es fuerte por lo visual, sino también por el contenido, pues demuestran que lo clásico no solo son obras indescifrables para públicos reducidos, sino intentan acercarlos a la gente. Por ejemplo, existe una escena en que se apela a los juguetes para representar un conflicto real de la mitología de la diosa Hera. Un ortodoxo habría preferido hacer algo más literal o utilizar elementos indescifrables, solo para saciar una autocomplacencia de intelectual. Creo que si el objetivo es generar públicos fieles y diversos, los sectarismos no ayudan nada. Personalmente, propondría a la producción realizar un montaje de Antígona. Vaticino un gran éxito.

Enrique Pacheco

12 de junio de 2021

(1) Crítica Carlos. Diario El Espectador. http://www.elespectadorimaginario.com/pages/abril-2011/criticas/carlos.php

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