Sombras y libertad
Un escenario blanco y algunas sombras chinescas nos sumergen en el dominio de Bernarda, una viuda que vive con sus cinco hijas y su madre, a las que somete a una prisión doméstica con la fuerza de una moral autoritaria. Ella es “el hombre” de la casa y como tal, representa su orden absoluto e implacable y la censura a toda libertad que ponga en peligro la pureza de las mujeres.
Esas sombras se repiten, de varias maneras y siempre de manera atinada, para ingresar a la intimidad de las jóvenes enclaustradas y llevarnos más allá del texto. Resulta irónico el uso de este recurso escenográfico, por cuanto precisamente su uso en China se debía a que a las mujeres no se les permitía asistir a las representaciones de teatro. Siglos después, el teatro de sombras llegó a Europa a través de las rutas de evangelización de los jesuitas y a España a principios del año 1800, inspirando a pintores como Goya.
La buena dirección de Omar Del Águila nos permite percibir la profundidad del mensaje de Federico García Lorca que, con esta obra (parte de la trilogía que se completa con Yerma y Bodas de Sangre) escrita a inicios de la Guerra Civil española (1936), revela la represión sexual y la lucha por el poder en una sociedad patriarcal y duramente conservadora, como lo fue los años siguientes a la guerra. El feminismo combativo de las españolas de hoy refleja la rebeldía de la joven Adela. Ella es capaz de vestirse de verde luminoso cuando es obligatorio el luto riguroso. En ese momento somos conscientes de que estamos viendo una obra en blanco y negro, como los sueños o acaso, las pesadillas.
La puesta en escena se sostiene en la actuación solvente y vigorosa de Virginia Mayo (Bernarda), que representa el poder censor. Junto a ella, Angelica Torres (Poncia) y Noraya Ccoyure (La criada) cumplen con creces sus respectivos papeles de personal del servicio que todo lo ven y saben y Claudia Iglesias, que encarna a la abuela recluida por su aparente locura, pero realmente por sus sueños de libertad, ya convertidos en delirio.
La presencia de las cinco hijas de Bernarda va creciendo incesantemente en el transcurso de la historia, desde un grupo informe de jóvenes sumisas hasta revelar cada cual su personalidad. Entre ellas, resaltan Angustias, la hermana mayor (Grecia Rojas) y Martirio (Beleny Gómez), pero es Adela (Sofía Rojas) la encargada de representar la rebeldía, hasta las últimas consecuencias. Adela no acepta el destino impuesto, pero no se entrega al hombre amado sino a la libertad. Ella es capaz de enfrentar al poder, representado por su madre Bernarda, a quien despoja de su bastón, en verdad un bastón de mando, en un gesto cargado de simbolismo y serán las sombras, nuevamente presentes, las que nos revelen su final.
Buen desempeño también de Alondra Contreras (Amelia) y Peggy Carhuallanqui (Magdalena), las otras hermanas que asumen su miserable condición, pero no tienen la valentía para rebelarse.
Queda un fin de semana para verlo en el teatro Ricardo Roca Rey de la Asociación de Artistas Aficionados.
David Cárdenas (Pepedavid)
17 de abril de 2025
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