Crossover shakespeariano
Alumbra Producciones viene con otra obra en su formato de El mundo de…, con la que suelen adaptar obras de autores reconocidos. En esta ocasión, en lugar de adaptar una obra de William Shakespeare en singular, Marcos García Tizón dirige una suerte de fusión que adapta principalmente La fierecilla domada y Romeo y Julieta, con personajes de El mercader de Venecia y Hamlet aportando a la propuesta. El resultado es una mezcla divertida y simpática en su autorreferencialidad, aunque dispar en lugares que impiden alcanzar el potencial de un “All Stars” de Shakespeare.
Al entrar al teatro, el público se encuentra con los actores ya sentados entre el público con ropas negras y máscaras blancas. El motivo de esto es explicado ni bien inicia la obra por el personaje de Roger Luna: los personajes de Shakespeare tienen una universalidad que los hace reconocibles en muchos de nosotros. La obra se enmarca desde aquí en la metateatralidad de re-analizar las obras y darles un nuevo final que desafía los destinos originales. El set-up y la ejecución de este cambio es consistente gracias a esta primera ruptura y permite interesarse por los nuevos desarrollos mezclados y la diversión que tienen los actores con esta autorreferencialidad.
El potencial de estas historias, aun así, no es explorado tan profundamente como uno desearía. Evidentemente, cuatro obras de Shakespeare resumidas en un montaje de cuarenta y cinco minutos va a tener que hiperresumir la mayoría de sus tramas, usualmente pasando del inicio del conflicto a su resolución, pero aun así otorgándole a su elenco la oportunidad de encarnar los monólogos más recordados de sus personajes. Ofelia y Shylock, en particular, tienen roles bastante reducidos que solo pueden abordar los aspectos más popularmente conocidos de sus personajes (la locura y la usura, respectivamente). La fuerza actoral y la química entre el elenco se siente dispar, pero destacan Anabel Pérez como Ofelia, Rosa Portugal como Catalina y Marcelo Prado como Petrucho.
El fuerte de la obra, sus añadidos y momentos lúdicos, sirven para introducir al público con toques modernos a las historias clásicas. La vestimenta, los bailes y las referencias nunca llegan a sentirse desmedidas como para distraer del grueso principal de la trama. Diría incluso que toman el principal sentir de la propuesta: Shakespeare es universal, y en lugar de verlo como un antiguo intocable y reservado, tenerlo cercano y actualizado a nuestras perspectivas y moralidades es necesario para construir, paso a paso, nuevas teatralidades.
José Miguel Herrera
19 de abril de 2025
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