El chico que estaba enamorado de su mejor amigo
Una obra que empieza con libros sueltos en
el espacio, alguien duerme mientras el otro danza alrededor, la atmósfera acusa
algo, un romance latente, o quizá un sentimiento no correspondido que puede
desarrollarse de formas inesperadas; sin embargo, son solo presentimientos.
Cuando el artista empieza a dialogar con el público emitiendo sus parlamentos,
pareciera que hay una cierta timidez que no tiene que ver con el personaje sino
que es una cuestión de confianza, pero aun así empezamos a vislumbrar el
universo soñador de este individuo, el otro compañero aparece y el texto está
un poco estático, no hay soltura y tampoco organicidad, pese a ello mientras el
tiempo va pasando la historia se nos hace agradable por alguna razón, la
relación que ellos tienen es interesante de seguir observando.
Los primeros impulsos que se empiezan a
sentir con mayor frecuencia, se experimentan cuando se sale de lo cotidiano
para introducirse en momentos de ensueño, el despliegue energético de los
personajes se torna más interesante. Cuando empiezan a recitar a Vallejo y
juegan con la mesa, hay un entrenamiento corporal en cuanto al control de peso
y el rodamiento, algo pequeño pero que aun así crece en el escenario.
Desde este momento, la pulsación del
corazón es más frecuente, la atención va creciendo y el interés se torna
presente; es así que se llega al momento de la confesión, del amor no
correspondido o del amor oculto entre estereotipos que no se pueden romper. Los
actores van creciendo, la sensación de la pasión se va incrustando en la piel,
sentimos más interés por lo que puede suceder.
De esta manera llega la instancia de los
cuerpos desnudos, funcionó como liberación para el actor del sentimiento guardado,
porque desde aquí empezó a decir con más naturalidad sus parlamentos, y llegó a
calar con sus palabras dentro de nuestra sensibilidad. La oscuridad me parece
que envuelve armoniosamente la estética del cuerpo, es una elección muy
acertada por parte del director, porque el cuerpo desnudo llega a ser un
erotismo visual, manejado de forma sutil y elegante. Cuando el segundo actor se
desnuda, el amigo que no se atrevía a dejarse llevar por sus emociones, pero
que a la vez estaba dispuesto a permitirse amar a su mejor amigo, no desde la
cadencia de la amistad sino desde la delicadeza del romance, de la misma manera
que el desnudo anterior, aunque un poco más extenso, la oscuridad denotaba una
tranquilidad y una visión estética singular, el ambiente se convertía en un
cuadro trazado con pinturas eróticas. A mi parecer, el segundo desnudo fue más
tranquilo; el primero se sintió algo nervioso e impaciente, pero el segundo tuvo
calma, fulguró por el espacio con delicadeza y terminó de convencernos a todos
de la belleza del cuerpo humano cuando se expone con claridad y sinceridad, más
allá de puntos estéticos hegemónicos, sino desde una sinceridad artística.
La obra es atractiva, los intérpretes
fueron creciendo en la medida que soltaban sus temores; considero que puede
haber un mejor manejo del texto, que se puede ir trabajando. Los momentos
fantásticos fueron los mejores, porque los actores emitían otra energía, otro
punto de vista para acercar al mundo de la obra. Los desnudos me parecieron muy
bien manejados, pese al nerviosismo de uno de los intérpretes, el chico que
estaba enamorado de su mejor amigo.
Moisés
Aurazo
26 de junio de 2024
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