jueves, 9 de noviembre de 2023

Crítica: EL GOCE SHAKESPERIANO


Un goce envolvente

De los montajes más interesantes que he visto hasta el momento, donde destaca lo colectivo, la propuesta estética y la mezcla de distintas técnicas. El goce shakesperiano es una obra que sabe aprovechar la riqueza de los textos clásicos de Shakespeare, además de actores que saben interpretarlos con soltura y gran entendimiento.

En primer lugar, observando el montaje desde su apuesta visual, nos topamos con un trabajo cuidado, desde lo luminotécnico y el vestuario. Las luces entran en juego con la música utilizada para el montaje; estamos frente a un rave envolvente e inquietante para el espectador, generador de estados físicos y gestuales para los intérpretes. El vestuario se muestra como una contraposición a este rave, y que nos recuerda de dónde vienen los textos, una tradición clásica que se dispone a interpelarnos en el presente. Sin duda, todos los elementos se complementan, no sobran detalles, captan nuestra atención.

Se ve, por otro lado, una propuesta de dirección audaz. Con momentos corales limpios, y monólogos interpretados por distintos actores, que le otorgan dinamismo y distintos niveles de complejidad al montaje. Se logra que estos mantengan el sentido de la historia, que no se pierda de intérprete a intérprete. Se refuerza el carácter envolvente de la obra con coreografías y gestualidades del cuerpo que inundan al espectador y lo atraen a esa danza.

El profesionalismo y entrega de los jóvenes actores es precioso de ver. En esa línea, el trabajo interpretativo es muy destacable en cuanto a su disposición para los planteamientos estéticos que se muestran, y de una pasión que desde su juventud es clave para evocar la misma pasión que exigen los textos dramáticos de Shakespeare. Pero así como resalta esa pasión, y además, siendo un montaje que parece priorizar lo colectivo, es fácil identificar cuando, por momentos, algunos no terminan de entender la propuesta, o no encuentran un sentido a lo que hacen en escena. Esto, por supuesto, son detalles, escapes intermitentes de la mente del actor. De lo contrario, no hubiera sido posible momentos tan precisos y llenos de personalidad. Hay mucho talento en todos y, en su mayoría, una entrega inmediata al juego, al texto y un atrevimiento maleable. Más temprano que tarde, sabrán encontrar, si es que no es esta, su manera de hacer teatro.

¿Se goza, finalmente, la obra? Un sí rotundo. Desde el tratamiento del texto hasta la capacidad interpretativa; desde la danza hasta el drama vivo que atraviesan los personajes. El goce shakesperiano es una apuesta compleja, llena de música, danza, juego, que atraviesa los sentidos y da un nuevo aire a lo dramático. No se trata de tomar a Shakespeare desde su solemnidad, se trata de atreverse a buscar nuevos caminos y equilibrar la balanza de lo clásico y lo contemporáneo. En ese sentido, la obra, en efecto, es un goce, pero también un regalo.

Omar Peralta

9 de noviembre de 2023

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