A medio camino
Tuvimos la oportunidad de ir al Teatro Esencia para ver dos
obras que tocan temas interesantes; aun así, no terminan de explotar su
potencial. Por un lado tenemos a Super
Stars 1936, obra de formato corto que indaga en los orígenes de dos
reconocidas marcas de zapatillas. La obra tiene momentos llamativos, pero no
termina de unificar todos los elementos que la componen. Hay un buen
tratamiento de las luces, han sabido plantearlas para resaltar determinados
momentos, delimitar estados emocionales y dar una puesta en escena atractiva.
La escenografía, además, brinda lo necesario para situarnos en el contexto de
los personajes, no se necesita más. En estos aspectos estamos bien. Es en el trabajo
de dirección, tímido y de pocas resoluciones, donde lo visual cae en su
superficialidad, y la obra se resume a ciertos momentos, quedando a medio
camino de lo que se intenta proponer, dejando aspectos sin resolver, que
ameritan ser tratados en mayor extensión.
Pareciera que esa timidez en la dirección se extrapola hacia
los actores, que se muestran limitados al momento de llevar a cabo sus
acciones. Parecen enfocados en otras cosas; reman con esfuerzo para alcanzar
ciertos estados emocionales, en lugar de enfocarse en lo que pasa en la escena.
Por momentos muy mentales, pendientes del texto o de alguna marcación. Algo
distinto mostró Luca Reátegui, que logró escapar de la unilateralidad de los
personajes, dándole carácter y otros matices a su interpretación. Pero la obra
no se sostiene con un solo actor, sino que debe buscar un mejor desarrollo,
aprovechar ese dinamismo y buena química que hay entre los tres actores. Hay un
buen trabajo en la escena, pero aún está dibujado, hace falta más profundidad.
Por otro lado, tenemos Amiga
mía, obra también de formato corto, que tiene momentos dramáticos
resaltantes, pero que, en general, cae en las formas: lo descriptivo y la falta
de una buena dirección. Las actrices entienden su texto, pero pasan por encima
de los estímulos que surgen en el escenario. Parece ser que no las han sabido
guiar, pues se nota que hay momentos de verdad en lo que expresan en escena.
Pero antes de atravesar esos momentos, vivirlos y encontrar el sentido de por
qué dicen lo que dicen, vuelven a su marcación, a su entonación, a una manera
preconcebida de decir las cosas. Hay un buen trabajo individual, pero es esa
individualidad la que no permite que la obra sea una historia. Cada una está en
su proceso. Falta escucha de lo que la otra está proponiendo, no solo con lo
que dice, también con lo que hace.
El texto está cargado de disparadores dramáticos, tal vez
demasiados para la extensión que tiene la obra, pero tampoco son bien
aprovechados. Eso sí, algunos de ellos logran ser resaltantes y capturan la
atención del público. Uno termina por desear más de eso, que no sean solo
momentos, que sea todo un viaje, para que ese giro final en la historia sea
realmente impactante.
Ambas obras tienen sus aciertos y están en la vía para seguir
mejorando. Hace falta más trabajo desde la dirección, ahondar más en lo que
buscan decir y cómo lo quieren decir. Así, poder darnos obras de mayor carácter
y claridad. Quizás sea importante también revisar el trabajo desde el texto,
siendo el dramaturgo quién hace también el trabajo de dirección, en ambos
casos.
Omar Peralta
13 de noviembre de 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario