La comedia es existencial
Por ende, usted será quien considere este
espectáculo una comedia como tal. O no. Silencio en la sala. Bajo una dirección
escénica concreta y útil. Las cuatro técnicas aplicadas en esta obra teatral lo
retratan así. Ba dum tsss. No obstante, son actrices y actores con habilidades
suficientes para ser capaces de probar un poco de la misma historia que
comparten: arriesgarse a peregrinar desde sus labores. Peregrinar de una misma,
uno mismo y sus formas. Ahí radicaría la esencia del arte, del teatro. La
constante peregrinación: la búsqueda de lo extraño, del detalle, de la vida en
transformación, cambio que otorga libertad, esa que desde sus personajes planean
conseguir.
La ironía entre el arte y la vida plasmada
por Un suertero (Pancho Fierro) costumbrista y charlatán, que desde su
convicción o falsedad, a fin de cuentas, se muestra sediento de libertad; muy
bien resuelto, comparte a sus pares un discurso existencial en oposición a la
idea clásica de objeto-sujeto a lo obsoleto, al abandono, al traslado a una
sala de arte o depósito, generando así el conflicto para con La dama del armiño
(Leonardo da Vinci) y el Autorretrato como alegoría de la pintura (Artemisia
Gentileschi), correspondientes al Renacimiento y Barroco, respectivamente, que
desde lo actoral desconciertan –con acciones gratuitas y sin justificar-
inicialmente, pues se muestran bastante alejadas de lo que podría intuirse
buscaban retratar sus creadores, para quizá, a mitad de función, de manera
certera –gracias al texto- cerrar con una sorpresa inesperada. Sin embargo,
esto no será un obstáculo; es más, se observa bien aprovechado para después de
una buena charla, juego y exceso de deseo, enriquecer el ímpetu del Suertero
por peregrinar y, a raíz de su nueva condición revelada, emprendan con mayor
necesidad la búsqueda de libertad. Ganando así las tres obras de arte,
profundidad ante el traficante de cuadros que reflejaría la imagen humana
actual: dependiente de algún vicio, conectado a un teléfono celular y de
compañera, la soledad; el cual claramente no parece tener idea del para qué en
su vida.
Cuatro técnicas que desconectadas
trastabillan, pero a medida que avanza la acción en Peregrinos, logran complementarse por la
destacada labor de Manuel Gold, que la suda desde el inicio hasta el final,
porque ahí está. Funcionan, pero podrían hacerlo más; solo basta con agudizar
la escucha e ir más allá. Así ganaría la necesaria profundidad que les ofrece
el mismo texto, siendo este el que se lleva la honorabilidad por ser una
dramaturgia bien lograda que parece invitarnos a cuestionar quiénes somos o qué
nos hace ser lo que somos; a quién copiamos, y si no, qué nos hace original;
para qué estamos en esta vida; qué papel jugamos en una sociedad sobreestimulada
de discursos, íconos, símbolos y simulacros; ¿nos espera ser suplantados y
olvidados como los cuadros?, ¿acaso somos verdaderamente libres como pensamos?
Conny Betzabé
22 de enero de 2023
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