El mejor de los vicios
El grupo de teatro
Llaqta, que celebró un aniversario más de existencia el mes pasado, ha
procurado mantenerse en actividad durante este difícil año y medio de pandemia.
Desde la virtualidad han presentado algunos trabajos, tales como la simpática
obra Oshta y el duende en formato de radioteatro episódico, dos ciclos
de lecturas dramatizadas y la más reciente, Último
acto. En esta oportunidad dedicaremos algunas
líneas a las cuatro obras que componen su primer ciclo de lecturas dramatizadas.
Autor: Enrique
Buenaventura. Dirección y edición: Diego Horna. Actúan: Joseph Mendoza, Delia Villalobos,
Diego Horna y Liz Arenas.
Llaqta inaugura el ciclo con
esta obra corta del multifacético dramaturgo colombiano Ernesto Buenaventura. El texto, escrito en 1979, nos muestra a un desequilibrado verdugo
de la policía discutiendo en casa con su esposa. El previsible desenlace fatal
es comentado posteriormente por tres detectives que especulan sobre el
victimario y la víctima.
En esta primera obra se
aprecia un honesto intento por “dramatizar” la lectura, pero los aspectos técnicos
y actorales no juegan a favor de la ejecución. El uso
de audífonos y micrófonos durante la lectura van en desmedro de la realidad que
la dramatización busca establecer. Aunque antes hemos defendido el uso de estos
elementos en otras lecturas dramatizadas, ahora nos resulta claro que distraen
al espectador, más aún si el micrófono roza con alguna superficie (cabello,
ropa, etc) y genera ruido, como sucedió permanentemente aquí. En cuando a lo
actoral, si bien se mantuvo una muy buena dicción y volumen en los ejecutantes,
el trabajo fue dispar. Delia
Villalobos leía con claridad, pero con un trabajo muy básico en la
interpretación actoral del texto, lo que le restó toda realidad. Joseph Mendoza, por su parte, trabajó un tanto más su
interpretación, aunque apelando a la exageración del desequilibrio mental de su
personaje. Es decir, al cliché del “loco asesino”. Los detectives en la última
parte alivianan la sensación que nos genera la primera mitad de la obra con un
tanto más del naturalidad y fluidez del diálogo entre ellos, pero ya es tarde.
Llegamos al final de la lectura con la sensación de que esto podría haber
salido mil veces mejor.
Autor: Sófocles. Dirección
y edición: Noraya Ccoyure y Fernando Jhoel. Actúan: Noraya Ccoyure, Fernando
Jhoel, Delia Villalobos y Rafael del Silencio.
Para esta segunda lectura
se eligió un fragmento significativo de esta tragedia de Sófocles. Antígona es llevada ante el Rey Creonte por intentar enterrar a su
hermano Polinices, contraviniendo las órdenes del rey de no hacerlo. Ante él,
Antígona desafía su autoridad y no muestra arrepentimiento. Ismene también es
llevada ante el soberano y se declara cómplice, a pesar de no haber tenido
parte en el entierro clandestino. El severo Creonte encarcela a ambas, pero
condena a Antígona a ser enterrada viva, en un lugar lejano, fuera de la
ciudad.
El montaje propone una
versión televisada, a manera de reality show, del breve pero severo juicio de
Creonte (Jhoel) a Antígona (Ccoyure) e Ismene (Canales) El coro (Del Silencio)
es un periodista que sigue de cerca las incidencias del evento. Esta propuesta podría resultar un tanto más interesante si la
dirección y el cuerpo actoral hubieran construido personajes menos monocordes y
más humanos. Incluso en el estereotipo del reality que es mero “pan y circo”
para el pueblo, la complejidad de los personajes de Sófocles tienen muchísimo
más que ofrecer. En su lugar, vemos a
un Creonte que solo se regodea en su crueldad, a una Ismene que se abandona en
la culpa melodramática, y a una Antígona que, de los tres, acaso sea la más
versátil, y transite entre la actitud desafiante y la estoicidad. El guardia (Del Silencio), aunque con una mucha menor participación,
parece ser quien mejor describe un arco como personaje, contrastando la actitud
del principio con la del final, aunque por expresa exigencia del texto.
Prohibido suicidarse en primavera
Autor: Alejandro Casona. Dirección
y edición: Grupo de teatro Llaqta. Actúan: Joseph Mendoza, Delia Villalobos,
Fernando Jhoel y Liz Arenas.
Esta puesta nos ofrece las dos primeras escenas de esta entrañable comedia del
dramaturgo español Alejandro Casona. Nos presente al Dr. Roda (Mendoza) y a Hans (Jhoel), quienes en su diálogo
describen a algunos pacientes y las facilidades que hay en la Casa del Suicida,
este extraño lugar al que acuden quienes desean quitarse la vida. Conocemos también a la excéntrica Dama Triste (Arenas) y a Alicia
(Villalobos), que termina convirtiéndose en una “enfermera de almas”, al
servicio del Dr. Rodas.
Este montaje está mucho
mejor logrado que los dos anteriores. La exageración en
la propuesta actoral ha sido manejada de manera un tanto más orgánica,
asignándoles esta característica a los personajes más excéntricos o más
cómicos, maridando moderadamente bien con el código en el que fue escrito el
texto. También se ha conseguido que la pieza parezca actuada y no leída, lo
cual es un gran mérito. En cuanto a lo técnico, si bien algunos actores
continúan usando audífonos, este no es un elemento que distraiga
particularmente. Los fondos empleados, ya sean los reales o los virtuales, no
rompen entre sí y son bastante adecuados para representar el escenario
planteado.
Autor: Darío Fó. Dirección
y edición: Diego Horna. Actúan: Diego Horna, Florencia Guzmán y Natalia Puescas.
La cuarta y última puesta
nos ofrece un magnífico texto corto del genial e
irreverente dramaturgo italiano Darío Fó. Antonia (Guzmán) es un ama de casa
que, en medio de una severa crisis económica, llega a su casa con una
inusualmente nutrida compra realizada en un supermercado. La acompaña su vecina
Margarita (Puescas), a quien le cuenta que el volumen de esta compra es
producto de una espontánea rebelión de las amas de casa ante la súbita alza de
los precios. Sencillamente decidieron que nadie pagaría nada de lo que
llevasen, y así lo hizo ella. Minutos después llega a casa Juan (Horna), el
esposo de Antonia, quien narra un evento similar en el comedor de la fábrica en
la que él es obrero. Siempre ceñido a la norma, y sin ánimo alguno de ser
contestatario o de salirse del margen de la ley, no se sumó al súbito
movimiento de los obreros en su planta….y se quedó sin almuerzo.
De lejos, este montaje es
el mejor de los cuatro que ofrece este ciclo de lecturas. El texto ha sido ingeniosamente adaptado a la realidad peruana de
mediados de 1990. Concretamente al 28 de agosto de ese año, veinte días después
del aún recordado “fujishock”, que aplicaría un drástico plan económico para
frenar la galopante inflación de nuestro país por esos tristes días. El texto
de Fó calza como anillo al dedo a tan turbulenta circunstancia y, para los que
aún tenemos alguna memoria de esa época, la identificación con el texto es casi
inmediata. Actoramente hablando, la ejecución es notable. Se agradece el estupendo
trabajo de Natalia Puescas y, sobre todo, de Florencia Guzmán, que dotan de la
tan necesaria realidad y fluidez que el texto requiere. Sin su pericia actoral,
nos perderíamos del potente humor que destila Fó en esta inteligente comedia,
tan universal, tan de nuestros tiempos. Hay que decirlo también: el trabajo
actoral de Horna desentona con el de las actrices. Preferimos rescatar sus
méritos como director de esta pieza, en la que parece haber dejado trabajar a
sus actrices con total libertad para divertirse, lo cual también se agradece.
Como hemos visto, se
observa una sensible mejora en la ejecución de las lecturas conforme estas se
sucedieron. Parece haber sido un buen proceso de
aprendizaje para el grupo, con un resultado a todas luces satisfactorio en su
último trabajo. También ha sido una gran oportunidad para llevar a nuestras
pantallas estupendos textos de grandes autores. Y para tentarnos, claro que sí,
con el mejor y más saludable de los vicios: la lectura. Por todo ello, mil
gracias.
David Huamán
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