Cuando los cuerpos y las voces evocan
emociones
Generalmente, los espectáculos teatrales
son dirigidos por un director de escena. La función principal de este radica en
el montaje de la obra. También, es el encargado de escoger a los actores y
actrices para organizar el espectáculo. Por otro lado, existen las creaciones
colectivas, que también son dirigidas por un director de escena, pero, en este
caso, el director funciona como un líder coordinador del espectáculo. En otras
palabras, el montaje recae sobre todos los miembros de la actividad teatral y
el director solo ordena lo que cada intérprete
brinda a la obra en cada ensayo e improvisación. Este es caso del hecho
teatral Varieté Chopin, dirigido por Mateo Chiarella Viale e interpretado por
los actores y actrices de La Comparsa Patafísica. En esta ocasión, el
espectáculo cuenta con una corta temporada hasta
el 15 de marzo (jueves a domingo) en el teatro Ricardo Blume.
Los intérpretes no cuentan la historia del
compositor polaco según la estructura aristotélica, como la mayoría de los
espectáculos de occidente. Sino que, en este caso, los creadores deciden
arriesgarse a mostrar algunos elementos de la vida de Chopin desde un punto de
vista surrealista y mezclando teatro, música, danza y poesía. En ese sentido,
al no presentar cierta estructura aristotélica, en la que el espectador puede
inferir qué va a suceder con el protagonista, la obra permite que este se sorprenda por las diferentes performances que posee.
La obra no inicia con la típica voz en off de
apertura que se dice en la mayoría de los teatros, sino que alguien del
público lo lee. Esto anuncia que la obra va a tener un pequeño acercamiento con
el público y más adelante, eso sucede. Pues en el desarrollo de la obra los
actores y actrices juegan con el público: ambos se divierten.
La escenografía es simple, pero
surrealista. El piso es negro y sobre esa base se traza una espiral blanca. Muy
aparte de los posibles significados que se le puede brindar, el efecto que se
lograba crear cuando alguien se paraba sobre el centro de dicha espiral y
saltaba era mágico, parecía de otro mundo.
Por otro lado, la mayoría de los
intérpretes poseían un buen dominio corporal. Cada vez que se lanzaban al
suelo, no se escuchaba esos sonidos toscos que indican la falta de control del
peso. Sobre esto, lo más resaltante es que, en cada movimiento que realizaban y
no tenían ningún texto hablado, sus cuerpos expresaban cosas y el espectador
disfrutaba. Así mismo, cada uno manejaba una técnica vocal increíble. Sus voces
se proyectaban por toda la sala del teatro. Además, cuando la actriz de la
compañía interpretó la canción al centro de la espiral, no era necesario saber
el idioma para descifrar todo lo que intentaba decir. Cada palabra bien
entonada tocaba el alma del espectador: era una comunicación en el plano
emocional más que hablado. Sin embargo, en algunas ocasiones habían textos en
el que no le brindaban alguna intención a la palabra. Pero eso no quita el gran
desenvolvimiento vocal de los intérpretes.
Varieté Chopin es una obra que nos
permite repensar el hacer escénico. ¿Tomar como estímulo un texto ya existente
para crear o arriesgarnos a tomar nuestros estímulos internos para crear? Ambos
casos son válidos, pero esto ya depende del artista creador. Para finalizar, el
espectáculo es como un cuadro surrealista o alguna partitura de Chopin que pertenece
al rango de las obras en la que el espectador no debe entender, sino simplemente disfrutar.
Elio Rodríguez
13 de marzo de 2020
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