Navegar
sobre el texto
Un monólogo de fraternidad: un amigo que
cuenta la vida de otro, extraordinario pianista que nunca pisó tierra firme,
sino que navegó dentro de un barco toda su existencia. Así, Novecento, se construye ante nosotros,
como personaje y espectáculo, desde la voz de un narrador comprometido con su
relato, porque desata en él un amor inolvidable.
Sobre el escenario, el piano y el pianista
que hace resonancia a las sensaciones expuestas por Jorge Armas, encargado del
extenso monólogo. En su elaboración, el actor expone su bagaje técnico, encara
al público con personalidad ofreciendo bailes, cambios de ritmo, juego de voces
y diversas reconstrucciones corporales y posturales, para dar vida a cada
personaje involucrado en la historia de Novecento. Esta propuesta, aunque
plausible por su innegable esfuerzo y atrevimiento, cae por momentos en la
monotonía de la forma, debido a que la extensión del texto desnuda los recursos
externos y hace perder conexión entre el espectador y el narrador. La
espectacularidad se torna agotadora y solo cuando Jorge deja de lado el
movimiento e interioriza, ubicamos verdad en medio de las palabras.
A pesar de lo anterior, Novecento tiene momentos de gran aplomo
y es cuando se explota la interacción entre Jorge y Louis, el pianista. A pesar
del silencio del músico, el actor encuentra un estímulo concreto sobre el qué
trabajar e inician secuencias donde el texto se torna música y el vibrar de las
notas reivindica las palabras del actor. Conjeturas entre dos artes que nos
guían hacia un espectáculo más sensorial que narrativo.
Por otro lado, a Novecento, como puesta en escena, le cuesta romper con su esquema
de luz y color. El carácter funcional del arte monocromático, otorga unidad a
la obra, pero le resta ritmo visual. Asimismo, la luz, que llena el escenario
de un tenue que casi no varía y los cambios que propone suceden inorgánicos,
como la sombra final que tuerce un pedazo de tela, composición que se pierde en
el estatismo del texto y el color.
En definitiva, Novecento trae consigo una
historia fantástica y la dirección propone vivirla desde las destrezas del
actor y el músico; en ese sentido, la interacción entre ambos funciona más que
la práctica individual de cada arte, la armonía hace crecer un texto
complicado. Así, Novecento tiene
mucho por desarrollar y muchos recursos para hacerlo.
Bryan Urrunaga
21 de abril de 2018
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