“¿Cuál es el lugar de la mirada del texto?, no solo social sino artística, estética y ¿hacía quién la estás dirigiendo? Es entrar en un terreno enorme de indefiniciones y te arrincona porque tienes que colocarte en un espacio de legitimación, si escribes para ti no te legitimas como un artista, sino como creador personal y se acabó”.
Juan Osorio es un artista multidisciplinario.
Su preocupación por la coherencia entre contenido y estética ha traspasado la línea
de las artes plásticas, el cine y la literatura, para situarse recientemente en
el teatro, concretamente con la dramaturgia de Casa de Perros, estrenada en el ICPNA de Miraflores bajo la
dirección de Jorge Villanueva y ganadora de los premios a Mejor Montaje y
Dirección por la encuesta 2017 de Oficio Crítico.
Su vinculación con el arte escénico se da hace pocos años,
cuando cursaba una maestría en Argentina sobre arte latinoamericano. “Yo andaba en una ruta vinculada a la
investigación, a generar nuevas formas de pensamiento y producción
visual; en la maestría me encuentro con Luis León y nos propusimos escribir teatro. Ahí nos
enfrentamos al gran problema de conocer el escenario desde cero”. Además,
esta nueva etapa lo ha enfrentado a su personalidad y sus métodos de
construcción. “El teatro tiene su propia
constitución, yo vengo de una formación individualista con una mirada social,
en mi propia practica me cuesta insertarme en espacios comunales, todo esto de “Casa de perros” ha sido un
aprendizaje enorme”.
Previamente a la escritura de Casa de Perros, Juan desarrolló un
proyecto con Jorge Villanueva, un texto llamado Ataduras, que se presentó como muestra final del Taller de
Formación Actoral Ópalo, en abril de 2017. “Eran
ocho microtextos, que de alguna manera daban cuenta de la intelectualidad de
Eielson, de sus demonios y nudos, de sus ataduras. Fue construido como
sumatoria de relatos, eso me seduce
mucho”. El nacimiento de Casa de
Perros, se debe también a la interacción entre ambos artistas. “Jorge me dijo: Me gustaría que escribas
algo para yo dirigir. Entonces él acababa de realizar “Casa Ajena” de Dea Loher;
a mí me pareció muy interesante la idea del personaje que llega y se instala en
un mundo descompuesto que está moviéndose por la presión social y política”. En
este punto, Juan encontró en la Reforma Agraria, el escenario que daría forma a
este entorno desequilibrado. “Probablemente
en el siglo XX la zona de más movilización haya sido el norte por el auge de
las haciendas azucareras y las minas. Es un sector de la población que
finalmente es la base de la corrupción política actual, el APRA, Acuña, toda la
nueva derecha tiene su bastión en el norte. Como sector social me pareció
interesantísimo e importante actualizar esa información traerla al presente y
vernos reflejados”.
De esta manera realiza una parábola que nos
define actualmente. “Es la idea de que
uno construye una fortaleza en el metro cuadrado en que habita y a partir de
ahí, impone las formas más aberrantes del poder y eso lo ves en la ciudad, en
el tráfico, en la calle, cómo la gente se violenta cuando transpones el límite
de ese cerco que construyen mentalmente”. Tras el término de su construcción dramática, Juan se adentró en el
proceso creativo dirigido por Villanueva e interpretado por estudiantes de la
PUCP. “Planteé una posición totalmente
pasiva, porque sabía que esto iba a darme muchísimo más de lo que yo podía
entregar”. Y bajo esta consigna fue descubriendo elementos que escapaban de
sí mismo. “He hecho un trabajo de
recomposición del texto a partir de la devolución de los actores, eso fue
fabuloso”. Y convencido entregó su texto a la
disposición de la propuesta estética. “Hay
dramaturgos que se cierran en sus ideas e impiden una intervención sobre el
texto, y otros que lo permiten y vitaliza el texto. Yo pienso que eso es lo
correcto”.
Sin duda, Casa de Perros constituye un microcosmos maniatado a la corrupción,
pero también, una revisión costumbrista sobre la vida rural. “Es un universo sumamente supersticioso, la
línea que divide la realidad de lo fantástico es delgadísima. La presencia de
los perros y ese universo paralelo de muerte coexiste con la realidad porque es
parte significativa del modus vivendi del mundo rural”. Dicha declaración
supone un tratamiento desde la escritura hacia un juego de metáforas y
abstracciones dispuestas luego en el montaje. “Me interesa la superposición como un mecanismo asociativo libre, eso
me permite darme la libertad de incorporar planos de la realidad sin discutir
si son coherentes o no, desde ahí me sirve muchísimo, porque tiendo a escribir
como director y escenógrafo”.
Actualmente, Juan se encuentra
desarrollando un nuevo texto llamado Violines.
“Es el paradigma de la música, del arte y
la estética del danzante de tijeras confrontado con un lutier que viene con
todo el saber de la gran cultura europea”. Esta nueva aventura va a
conllevar cambios en su manera de acercarse al teatro. “Ahora siento que el universo de los personajes no está en lo que dicen
dentro de mi cabeza así que voy a trabajar directamente con actores, si es
posible convocarlos desde el inicio para que sean los actores de la puesta en
escena”. Esta revelación habla sobre la persecución de la coherencia del
artista, referida al inicio de esta entrevista. “El teatro es un cuerpo orgánico colectivo, así que como punto de
partida necesito de cuerpo social, de un equipo multicultural”. Finalmente, Juan nos confiesa su deseo de
asumir en algún momento la creación escénica. “Me encantaría ser codirector, yo creo que ese es el paso mediático”.
Bryan Urrunaga
10 de abril de 2018
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