Moonchildren para crecer
Moonchildren, la ópera prima del dramaturgo estadounidense
Michael Weller, está en temporada en nuestra ciudad bajo la dirección de Paco
Solís Fúster en la versión en español de Gonzalo Rodríguez Risco. El Teatro de
Lucía es donde se presenta esta obra: nos brinda la historia de un grupo de
estudiantes universitarios que convive en un mismo departamento y que, dentro
del contexto de la guerra de Vietnam y el movimiento hippie, deberán
enfrentarse con sus propios miedos y preguntas sin respuesta. Bob Rittie, en
medio de tensiones propias de la convivencia, recibe una invitación para
enlistarse, a la vez que recibe una fuerte noticia familiar. Todo un mundo
interno de la juventud de aquel contexto violento es traído a las tablas
limeñas, esta vez representado por un elenco de jóvenes que constituyen las nuevas generaciones de
actores locales.
La historia nos cuenta cómo es posible que ocho jóvenes tan
diferentes entre sí conviven bajo el mismo techo, una convivencia acompañada de
miedos propios de aquella generación, preguntas existenciales sobre qué hacer
después de acabar la universidad, sobre qué sentido darle a sus vidas. Hay
mucho énfasis en una característica en común de todos los personajes: son
jóvenes que no quieren pasar desapercibidos. Todos los personajes están en la
edad de las pasiones, en la etapa en la que pueden extralimitarse por una causa
a la que se aferran sinceramente. Me parece interesante cómo la obra nos
muestra este mundo indeciso de jóvenes universitarios que están aprendiendo
sobre cómo es la vida realmente. El hecho de que la obra transcurra en un
contexto de guerra nos justifica más esas ganas de tomar acción sobre sus
circunstancias; por otro lado, hay un grado de individualidad en cada uno de
los personajes, una sensación de desconfianza en sí mismos y en sus compañeros,
cada uno nos da una imagen de seres incomprendidos. Moonchildren es un claro
ejemplo de obras que hablan de las huellas de la guerra: marca tu identidad,
rompe tus parámetros y redefine tu identidad (o, en el caso de la obra, cambia
el nombre de uno de los personajes de “Bob” a “Job”).
El montaje de Solís Fúster tuvo los elementos suficientes
para evocarnos a esa atmósfera hippie que sugiere la obra: covers de Bob Dylan,
escenografía con toques vintage, ropa estilo hippie en todos los personajes;
prendas que curiosamente están de moda otra vez, un punto de empatía con la
obra. La historia parecía ser una sucesión de escenas ordenadas temporalmente,
los cambios de escenografía entre cada una fueron muy limpios, no distraía al
espectador sobre la secuencia de hechos dentro de la obra. En general, la
plástica del montaje estuvo muy acertada. A nivel actoral, los personajes se
notaban claramente diferentes entre sí; aunque se vio que ha habido un trabajo
de construcción en todos los personajes, me quedé con ganas de ver algo más particular
en cada uno de ellos. Todos eran jóvenes, universitarios, algunos graciosos,
otros más serios; sin embargo, no me pareció suficiente información para poder
conectar como espectador con lo que cada personaje contaba dentro de la obra.
Moonchildren, un título que remite a una sensación medio
infantil, como a un árbol de frutas que aún no están listas para salir de sus
ramas. Las frutas son los personajes, los que vivieron la guerra de Vietnam o
cualquier otro contexto violento siendo muy jóvenes. Esta es la generación que
tiene más presión social. Sin embargo, la obra invita a que el espectador se
detenga a ver lo que ocurre internamente, miedos, creencias: es necesario ser
una fruta verde, entender que eso es parte de un proceso de crecimiento, aquí o en cualquier contexto.
Stefany Milagros Olivos
29 de junio de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario