Esta semana tuvimos el estreno de “Huella”: ocho
improvisadores presentarán sus historias en un espectáculo de improvisación
testimonial dirigido por Carol Hernández. Por función, un improvisador será elegido por el público para
ser el protagonista y conoceremos su historia a través de juegos y dinámicas
que mezclará su testimonio real con elementos de ficción, un viaje personal por
etapas de su vida que todos los improvisadores irán proponiendo en el
transcurso de la función. “Huella” es un espectáculo que habla de recuerdos,
aquellos que quedan en nosotros inconscientemente a través de la historia del
improvisador elegido.
El ambiente lúdico se siente desde inicio a fin, desde la
persona que entrega las entradas hasta el final del espectáculo. Al ingresar a
la sala se le pregunta a cada espectador sobre quién de todos los
improvisadores quiere que protagonice la función del día. La elección es
inmediata y tienes como único referente las caricaturas de cada improvisador.
Me pareció un buen primer paso para que el público se vaya aclimatando al juego
que propone la obra.
El escenario es neutro: todo de negro, vacío. Los
improvisadores empiezan a interactuar con el público, preguntando ideas para
poder ponerlas en práctica en la improvisación. Cada una de las ideas las van
escribiendo en las paredes con tiza, como si estuviesen improvisando la
escenografía con frases escritas en las paredes; esto se repite durante toda la
obra, llegando a llenar a pared con la esencia de lo contado en la función. El
vestuario de los improvisadores contaba con un “logo” personal: caricaturas de
ellos mismos impresas en sus polos. Cada uno de estos elementos fueron claves
que, sin que el público se dé cuenta, nos iban preparando para un viaje.
El espectáculo cuenta con una clara estructura secuencial
que es fácilmente acomodable para cada una de las funciones. Esto permite que,
sea quien sea el protagonista, se pueda seguir la estructura con diferente
información. La musicalización la hacían ellos mismos para acompañar la
historia a través de ritmos, palmoteos y tarareos improvisados. Toda esta
improvisación musical era dirigida por uno de ellos, con una serie de códigos
pertenecientes a una técnica llamada Soundlooping*; este recurso aportaba mucho
a la atmósfera de la obra pues no habría habido mejor recurso, tratándose de un
espectáculo de improvisación, que usar música improvisada. Incluso en la manera
de incluir la musicalidad en la historia tenía mucho tino, una plasticidad que
pareciera previamente concebida. Existía
un nivel de conexión muy fuerte entre todos los improvisadores; se nota un
enorme trabajo de investigación tanto personal como grupal, una disposición
para reconocerse a sí mismo, darse a conocer y conocer al otro. Este nivel de
conexión ha sido el principal motor de esta obra: se notaba que cada
improvisador contaba con toda la información real necesaria para poder jugar
con ella y crear escenas que, si bien no son iguales a la realidad, tienen
elementos de verdad y son estimulantes de ver.
A veces solo hace falta estar dispuesto a jugar. La mayoría
de espectáculos teatrales no incluye al espectador como compañero en el viaje
escénico. Son ramas como la Impro las que nos permite ser parte de lo que
ocurre en escena. Como jugando, “Huella” nos deja una invitación a recordar, a
poder ver aquellas huellas que están impregnadas en nosotros hasta ahora, a
jugar con la imaginación, a revivir aquellas sensaciones que nos llevaron
alguna vez a mil por hora.
*Soundlooping: lenguaje en señas para crear música
improvisada en grupo.
Stefany Milagros Olivos
26 de junio de 2017
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