viernes, 9 de junio de 2017

Crítica: UN OBÚS EN EL CORAZÓN

El obús que todos tenemos en el corazón

El público limeño tuvo la oportunidad de ver una de las obras españolas más reconocidas de los últimos años. Con el motivo de “Europa Móvil”, un evento organizado por diferentes entidades europeas instaladas en nuestra ciudad, la Alianza Francesa tuvo en sus tablas “Un obús en el corazón”, impactante historia encarnada por el actor Hovik Keuchkerian, escrita por Wajsi Mouawad, bajo la adaptación y dirección de Santiago Sánchez.

“Un obús en el corazón” nos cuenta la historia de Wahab, un hombre que en medio de la noche recibe una llamada telefónica.  Alguien al otro le dice “ven”, hay una mala noticia de por medio. El protagonista sale inmediatamente de su casa hacia el hospital donde su madre está gravemente enferma.  A lo largo de la obra y en el trayecto hacia el hospital, se nos muestra un viaje donde el público actúa como testigo omnisciente, haciéndonos testigos del mundo interno de Wahab que lo lleva desde la incomprensión hasta la más sincera necesidad de perdonar. Durante el camino hacia el hospital, el personaje principal empieza a recordar sucesos de su vida, invitándolo así a hacer un balance de su vida. De ese modo nos hace partícipes de un episodio que marcó su infancia para siempre: siendo muy pequeño, Wahab vio un bus lleno de palestinos refugiados ser incendiado y acribillado a inicios de la guerra civil libanesa.

La obra es un durísimo relato de la vida de una persona marcada por la guerra desde su infancia. ¿Qué pasa si nacemos en el mismo año que comienza una guerra? La sensación de ser hermano de la guerra es uno de sucesos que marca a Wahab para siempre: él no olvida, no puede vivir como si nada hubiese pasado, no tolera que el resto de su familia sí lo pueda hacer.

La obra está llena de códigos teatrales minimalistas, donde elementos tan cotidianos como una silla bastan para poder recrear cada uno de los recuerdos y sucesos que el actor va mostrando, acompañado de melodías puestas como pinceladas precisas durante la obra. Cada uno de los relatos del personaje se ven acompañados de una atmósfera donde el actor es quien se encarga de transportarnos en este viaje de reconocimiento personal hacia el hecho de perdonarse a sí mismo, a la guerra, a su madre. Nunca se hace mención de alguna guerra específica, por lo que al  público nos da carta abierta para relacionarlo con nuestro propio contexto. Me queda la sensación personal de que esta obra, así como muestra el viaje del personaje hacia un perdón absoluto y una suerte de “cierre” de aquella etapa de su vida, el público ha podido acompañar este viaje como un personaje más, a veces siendo la memoria de Wahab, a veces siendo su inconsciente, su mejor amigo, etcétera, de modo que facilita conectar con este crudo relato, nos permite entender ese lado humano que se resquebraja en un contexto de violencia, un llamado a la memoria como elemento de reconciliación.

Stefany Olivos Saavedra
10 de junio de 2017

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