Reencontrándome con mi niña interior
Debo reconocer con absoluta franqueza que había olvidado la
última vez que fui a ver teatro para niños; aunque con certeza debo haberlo
pasado tan bien como en esta ocasión. La obra “Confusión en el cuento”,
dirigida por Vivi Neves y producida por Renato Pantigozo, es una muestra para
toda la familia que se presenta hasta fines de julio en el teatro de Cámara del
C.C. “El Olivar”, con un elenco de jóvenes talentos que representan a Panda
Teatro Impro.
Una buena estrategia fue el hecho de reunir a los niños
asistentes antes de empezar la función y a través de un mini concurso, romper
el hielo y darles las recomendaciones que debían seguir durante la misma. Ello,
dirigido por un actor del elenco, quien con mucho tino e ingenio logró captar
la atención de los chicos.
Dicho esto, en el transcurso de la obra, pensaba cuán
difícil y delicado debe ser preparar y representar una obra dirigida a un
público tan especial como son los niños. Hacer reír, de por sí, es tremendo
trabajo para un artista en escena; pero, si hablamos de un público infantil, el
esfuerzo debe ser aún mayor. Puede pensarse que este tipo de teatro es más
relajado o “light” como dirían algunos y que es un trabajo sencillo.
Particularmente, no lo creo, y es que este género tiene peculiaridades y
matices que lo hacen único, no solo por la clásica presencia del clown sino por
detalles que deben cuidarse (escenografía, luces, sonido, vestuario, entre
otros) para enviar un mensaje positivo y utilizar las regulaciones necesarias
para no caer en excesos.
Como su propio título lo dice, en la representación se
pretende contarle un cuento al público; no obstante, cada actor ha ensayado un
relato distinto y al no contar con un guion uniforme, entreveran las historias
de la Caperucita Roja, Blancanieves y los tres chanchitos, construyendo así una
divertida versión de los tres. Las actuaciones individuales fueron bastante
acertadas, destacando la dulzura de la Caperucita y la candidez de un joven Lobo,
que al final sorprende con su astucia. Lo cierto es que la atención de niños y
adultos logró capturarse, las risas y murmullos eran la prueba de lo bien que
se entendía la trama a pesar de la premeditada confusión. Con una escenografía
sencilla pero adecuada, en donde los puntos notables fueron la agilidad, el
dinamismo y la presencia constante de los actores, conjugándose con la música y
coreografías –que evidentemente se requieren en este género para mantener el
interés del público- así como la puntualización de los gestos y el lenguaje
corporal –esencial para transmitir el mensaje- elementos que se lograron con
éxito.
Por otro lado, no tengo la certeza desde qué edad era
permitido el ingreso (había niños muy pequeños) y que se inquietaran era algo
previsible; pero, dejando de lado ese punto, se valora el trabajo realizado.
Sin duda, reí mucho y me reencontré con esa niña que alguna vez fui.
Maria Cristina Mory Cárdenas
26 de junio de 2017
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