La avaricia es eterna
Hace unos cuantos años, 418 para ser exactos,
Ben Jonson presentó al público una sátira sobre la avaricia y la lujuria de los
miembros de su sociedad. Ahora, Teatropía Producciones vuelve a traer esta
historia clásica a la avaricia también presente en el Perú, concentrándose en
una buena dosis de comedia con el físico y la construcción de personajes como
sus mayores armas, aunque con puntos de mejora importantes en el momento de la
adaptación.
Tratándose de una sátira, construir los
personajes desde la caricatura es un gran acierto, y aporta a dar un gran
dinamismo a las escenas. Un error fácil de cometer con la exageración es
hacerla generalizada, pero la dirección de Bruno Neciosup logra que los
personajes se puedan diferenciar efectivamente: destacan aquí las hipnotizantes
teatralidades de Eduardo de Luque, las construcciones de personajes y las
energías de Katia Aldave y Micaela Merino, y las corporalidades bien definidas
de Carlos Omar Facho y Chiky Huamán. En general, cuando el elenco se da la
libertad de jugar y disfrutar todo el material cómico que tienen, la obra
brilla en el mostrar a estos personajes con su propósito: la obsesión con los
bienes materiales y los extremos a los que estamos dispuestos a llegar con
estos.
En la adaptación también se realiza un buen
trabajo con el cual la obra se vuelve fácil de seguir y comprender sin que eso
signifique sobresimplificarla, sino más bien añadir a ella. Donde quizás la
adaptación no se me terminó de aclarar fue respecto al tiempo en el que
transcurre la obra. La escenografía, varios vestuarios y sobre todo, el
costumbrismo de los enredos en el texto (obviamente característicos de la
adaptación) nos llevan a una época antigua pero universal, pero esto se rompe a
veces con vestuarios, jergas o referencias que parecen situarnos más en una
Lima actual. Esto da momentos muy divertidos como los del memorable juez de
Gabriel Berrospi (“¡Y que viva Messi!”), pero sí hay anacronismos que a veces
sacan demasiado de lo universal. La adaptación también debe tener cuidado con
retazos de la obra original que pueden incomodar más actualmente, como la
violencia sexual hacia la pobre Celia (a la cual, Jaz Gavidia hace una gran
contraparte para su estrambótico marido), que en algunos momentos llegan a
volverse muy incómodos (más con el morbo de Volpone).
En un todo, Volpone es una experiencia bastante divertida, la cual entiende,
detrás de todas sus adaptaciones, el cómo construir personajes como Volpone o
Mosca: fáciles de odiar por su maldad, pero entretenidos de seguir en sus
trucos, esperando el momento en el que su farsa les explote en la cara. Éxitos
para Teatropía en sus próximas adaptaciones, una especialidad del grupo.
José
Miguel Herrera
16 de setiembre de 2024
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