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lunes, 16 de septiembre de 2024

Crítica: VOLPONE


La avaricia es eterna

Hace unos cuantos años, 418 para ser exactos, Ben Jonson presentó al público una sátira sobre la avaricia y la lujuria de los miembros de su sociedad. Ahora, Teatropía Producciones vuelve a traer esta historia clásica a la avaricia también presente en el Perú, concentrándose en una buena dosis de comedia con el físico y la construcción de personajes como sus mayores armas, aunque con puntos de mejora importantes en el momento de la adaptación.

Tratándose de una sátira, construir los personajes desde la caricatura es un gran acierto, y aporta a dar un gran dinamismo a las escenas. Un error fácil de cometer con la exageración es hacerla generalizada, pero la dirección de Bruno Neciosup logra que los personajes se puedan diferenciar efectivamente: destacan aquí las hipnotizantes teatralidades de Eduardo de Luque, las construcciones de personajes y las energías de Katia Aldave y Micaela Merino, y las corporalidades bien definidas de Carlos Omar Facho y Chiky Huamán. En general, cuando el elenco se da la libertad de jugar y disfrutar todo el material cómico que tienen, la obra brilla en el mostrar a estos personajes con su propósito: la obsesión con los bienes materiales y los extremos a los que estamos dispuestos a llegar con estos.

En la adaptación también se realiza un buen trabajo con el cual la obra se vuelve fácil de seguir y comprender sin que eso signifique sobresimplificarla, sino más bien añadir a ella. Donde quizás la adaptación no se me terminó de aclarar fue respecto al tiempo en el que transcurre la obra. La escenografía, varios vestuarios y sobre todo, el costumbrismo de los enredos en el texto (obviamente característicos de la adaptación) nos llevan a una época antigua pero universal, pero esto se rompe a veces con vestuarios, jergas o referencias que parecen situarnos más en una Lima actual. Esto da momentos muy divertidos como los del memorable juez de Gabriel Berrospi (“¡Y que viva Messi!”), pero sí hay anacronismos que a veces sacan demasiado de lo universal. La adaptación también debe tener cuidado con retazos de la obra original que pueden incomodar más actualmente, como la violencia sexual hacia la pobre Celia (a la cual, Jaz Gavidia hace una gran contraparte para su estrambótico marido), que en algunos momentos llegan a volverse muy incómodos (más con el morbo de Volpone).

En un todo, Volpone es una experiencia bastante divertida, la cual entiende, detrás de todas sus adaptaciones, el cómo construir personajes como Volpone o Mosca: fáciles de odiar por su maldad, pero entretenidos de seguir en sus trucos, esperando el momento en el que su farsa les explote en la cara. Éxitos para Teatropía en sus próximas adaptaciones, una especialidad del grupo.

José Miguel Herrera

16 de setiembre de 2024

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