jueves, 6 de junio de 2024

Crítica: SOLO YO ESCAPÉ


No hay futuro sin pasado

Solo yo escapé, dirigida por Vanessa Vizcarra en el Centro Cultural de la Pacífico, es en su totalidad intrigante, pese a su estructura nula de conflicto. En ese sentido, es una puesta en escena que se sostiene por la autenticidad en cada una de sus cuatro personajes: mujeres que aparentemente solo platican en una terraza, y que, de vez en vez se interrumpen saliendo de la realidad representada para narrar situaciones medianamente distópicas, no tan alejadas de acontecimientos que ya hemos vivido y seguimos viviendo mundialmente, entre estas: migración forzosa, violencia, pestes y/o pandemias, así como también hambruna y uno que otro guiño en la adaptación a una polarización cada vez más creciente en nuestra sociedad peruana.

Asimismo, en contraste a todo lo contextual, cada una de estas mujeres de cierta manera se defiende de su pasado, del qué dirán, de las miradas y secretos entre ellas mismas y de los silencios que pesan con los años. De este modo se confiesan, exponen y argumentan su calma ante lo catastrófico que parece estar sucediendo quizá no tan lejos de aquella terraza. La calma se presenta como barricada a la crudeza del pasado o futuro, e incluso hace frente a prejuicios sociales como, por ejemplo, la continuidad de la vida después de haber sido privada de su libertad, o la soledad que, a pesar de ser toda la obra una charla amena entre amigas, transmite una ausencia de escucha real, pues cada una de ellas está sentada/aplastada en ese momento y lugar por el peso de la vida que llevaron.

En general, esta obra nos plantea una serie de problemáticas sociales, como imágenes poéticas que, haciéndole frente al público, específicamente en los monólogos, se abren cuestionamientos sin caer en lo aleccionador y sostiene así al espectador en una atmósfera intrigante gracias a los contrastes generados por la iluminación y escenografía mínima pero ambigua.

Conny Betzabé

6 de junio de 2024

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