Una odisea interior
Unos muebles de sala cubiertas por una sábana, una actriz que representa a la dueña de la casa, otro actor que representa figurativamente a su perro, y que van desempolvando y ordenando los muebles es el inicio de lo que parece una simple mudanza, con sus esperanzas y objeciones, pero que lleva contenido todo un volcán por reventar.
A través de llamadas de teléfono y de sus varias voces interiores materializadas a través de otros personajes de su pasado y de su perro, nos vamos enterando de la tragedia que ha dado origen a esta situación y los dos frentes que van tomando forma: uno mayoritario que busca una liberación y una débil que solicita luchar.
La obra es una exploración intensa y conmovedora de la sicología humana, donde la pérdida, el dolor y la esperanza se entrelazan en una narrativa que juega con la imaginación del espectador. El aislamiento voluntario en lo que luego descubrimos es la casa paterna nos lleva simbólicamente al origen y que también podría representar un final dependiendo de la fuerza que resulte ganadora.
Momentos clave de la obra: cuando la protagonista se rompe y conocemos por su propia boca el motivo por el cual se encuentra ahí; la danza donde las ideas se van confrontando y el momento doloroso real, casi al final de la obra, donde ya se obliga a tomar una decisión.
La escenografía es muy austera, pequeños bancos para mostrar diferentes áreas de la casa y ciertas prendas que su presencia inicial nos pasa desapercibida, pero que van tomando fuerza con el transcurrir de la acción.
Daniela Rodriguez hace un excelente trabajo mostrando esa enajenación que poco a poco se va apoderando de ella, Martín Velasquez muestra con ternura ese clavo al que se aferra la protagonista y Luis Cárdenas-Natteri nos convence con la vehemencia de su personaje. Mención a Milagros Guevara y Rodrigo Rodríguez en los cortos papeles, representando de los padres muertos, pero que dan el toque necesario para mostrar el panorama completo de las pérdidas de la protagonista. Otro punto que resalta es la máscara totalmente lograda del perro y que hace mucho más tierno al personaje.
En resumen, esta obra es un testimonio de la capacidad del teatro para explorar las complejidades de la experiencia humana. Con actuaciones sobresalientes y una narrativa rica en simbolismo que invita a la introspección y la empatía.
La obra está escrita y dirigida por Daniel Suarez Lezama y se ha presentado por cuatro únicas funciones en el Teatro Ricardo Blume, esperamos con ansias que haya una pronta reposición.
Ulises Cabanillas
12 de junio de 2024
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