Escarbando en la herida
En estas épocas de incertidumbre política, el arte se hace
cada vez más necesario para reflexionar sobre nuestra coyuntura actual. Es por
ello que resulta muy oportuna la reposición de ciertas piezas dramáticas,
escritas en contextos muy particulares, para ejercitar aquella capacidad no muy
arraigada en nuestra sociedad: la memoria. Entre dos luces (1996), texto
escrito por César Bravo, escarba en el resentimiento, en nuestras heridas aún
no cicatrizadas, en el sinsentido de la violencia y en la profunda brecha
social que nos divide como nación. A la actriz Andrea Luna, en su primer
trabajo como directora dentro del colectivo Contrateatro, solo le basta ofrecernos
de manera virtual y en vivo la primera escena de la obra de Bravo, con algunos cambios
en las formas, para demostrar la total pertinencia de una historia que nos toca
muy de cerca como peruanos.
Entre dos luces, así como La eternidad en sus ojos (2013) de
Eduardo Adrianzén o La cautiva (2014) de Luis Alberto León, nos devuelve a los
terribles años en los que todo el país fuera azotado por el terrorismo, a
través del velado encuentro entre dos jóvenes estudiantes: una, Martha (Beatriz
Quintana), es militante de la izquierda radical; y la otra, Elizabeth (Natalia
Bonifaz), de la más progresista y moderada. Las diferencias en sus discursos y
pensamientos, que ambas sacan a relucir tras la muerte de otro estudiante,
evidencian las profundas desigualdades existentes entre compatriotas, aquellas que
generan violencia, pobreza y atraso. Mientras que no aprendamos todos a
respetar nuestras ideas y las ajenas, mediante el diálogo y el consenso, los
tiempos electorales, por ejemplo, solo servirán para polarizar cada vez más al
país con futuros resultados nefastos.
En cuanto a las formas, Luna consigue hacer creíble la convención
de estar las dos mujeres una frente a la otra en una misma habitación, solo en
la ficción. La oscuridad que rodea al personaje de Martha también le permite
crear una atmósfera de suspenso durante el diálogo, muy bien manejado por ambas
actrices. La elección del cambio de género del estudiante subversivo del
original enriquece la relación que entablan las mujeres hasta el final, en el que
las luces aparecen y se revela otra cruda realidad. Entre dos luces es un auspicioso
debut en la dirección para Luna y un oportuno reestreno de una muy interesante pieza
dramática, que nos ayuda a devolvernos, en mayor o menor medida, la tan
necesaria memoria requerida para votar a conciencia a las inminentes contiendas
electorales dentro de unas semanas.
Sergio Velarde
29 de abril de 2021
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