La historia de una persona siempre es la
historia de muchas personas
En esta ocasión, los estudiantes del octavo
ciclo de la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas (FARES) de
la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) presentan la obra “Ex, que
revienten los actores” del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón. Este montaje
lo dirige Alejandra Guerra con la colaboración de Jorge Armas, ambos de la
misma casa de estudios. El espectáculo tiene como locación el espacio escénico
del Teatro del Centro Cultural PUCP y presenta una temporada corta del 14 al 21
de febrero del 2020.
“Ex, que revienten los actores” es la
historia de una familia que se reencuentra en Navidad tras un largo periodo de
distanciamiento. Algunos de sus integrantes ya están presentes; otros irán
llegando a través de una máquina del tiempo. Además, los visitantes guardan
algunos secretos que podrían cambiar el rumbo de la situación, en la que una
muchacha es clave en esta reunión. Sobre la dramaturgia, el título guarda poca
relación con el eje central de la acción dramática. Pues, el título proviene de
una frase que inspiró a Gabriel Calderón a escribir dicho texto. Así, Calderón afirma lo siguiente: “… quise buscar la frase tal cual la había
dicho Mujica… había quedado resonando, rebotando. Vaya sorpresa al encontrar la
verdadera frase que no solo me dio el empujón final para la escritura, sino que
definió totalmente su motivación central”. La frase era del ex presidente
uruguayo José Mujica, que decía lo siguiente: “Ya lo dije, tienen que reventar Bordaberry, yo, todos los actores para
que las cosas trasciendan en su justa medida. Todavía falta un tiempo pero no
mucho”. Toda la frase mencionada por Mujica repercutió en Calderón: todo
estaba claro para él. Pues comprendió que no bastaba con que mueran, tienen que
reventar los actores y personajes. Para entender esto, es necesario saber que
una parte de la obra está ambientada en el contexto de la dictadura de Uruguay,
así como la frase que motivó a Calderón a escribir la obra.
Por otro lado, la obra no presenta un
tiempo lineal. Resulta interesante observar cómo el dramaturgo intercala las
escenas entre el pasado y el presente. Así, el dramaturgo expone una atmósfera
de caos también en el espectador, al colocar una situación dentro de otra.
Estamos en el tiempo presente; luego, aparece José como presentador y congela
la escena para ir al tiempo pasado. Así, cada paradigma de los personajes se revela
como efecto sorpresa y muestra por qué cada
personaje está en esa situación en el tiempo presente.
Respecto al hecho teatral, el montaje
inicia con las luces apagadas, todo oscuro. Una luz se enciende y alumbra el
lado izquierdo de las butacas. Aquí, aparece el primer personaje, desde el
público. Su primer monólogo lo dirige al público. En el escenario, aparecen los
intérpretes cada uno iluminado por una luz y se dirigen hacia unos calzados. Ellos se los
colocan y toman existencia. Su corporalidad indica eso, porque con sus manos
autoexploran su cuerpo como si fuese la primera vez. Sobre esto, el elenco nos
muestra que esa historia, que están a punto de contar, no solo les pertenece a
ellos, sino que nos pertenece a todos. A pesar de que una parte del contexto
pertenece a la dictadura de Uruguay, esta historia también nos acerca. Pues uno
de los temas de la obra también es la memoria y la verdad.
En cuanto a la creación de personajes, las
edades de estos oscilan a partir de los veintinueve años.
Sin embargo, en general, en el espectáculo no se pudo apreciar eso. Sobre esto,
es un gran reto que actores y actrices interpreten personajes que no bordean
sus edades, pero, aun así, se entendía sus edades porque en sus textos lo
mencionaban. También, quiero resaltar la buena proyección y el correcto uso de
los resonadores por parte de los intérpretes. Además, jugaron con la
intensidad, volumen y velocidad de la voz. Todo esto se observó en las
inflexiones que colocaban a la voz para realizar su acción.
Respecto a la escenografía, llamó más la
atención el hecho de que las patas de la mesa tuviesen pequeñas ruedas para su
fácil movilidad por parte de los actores y actrices. Esto no es verosímil en la
realidad en la vivimos. Pero la obra señala otro mundo, uno en el que existe una
máquina del tiempo en el que viajan personas que ya no están en el mundo
terrenal. Entonces, sí existe ese objeto teatral, porque no puede existir una
mesa con pequeñas rueditas. Es otra realidad.
El espectáculo que dirige Guerra es muy
interesante a nivel de composición, interpretación y dirección. Tal vez, las
edades de los actores no proyectaban los verdaderos años de los personajes,
pero es una puesta en escena que se puede recomendar y es interesante de ver.
Elio Rodríguez
20 de febrero de 2020
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