domingo, 16 de febrero de 2020

Crítica: CASI NORMALES


Hay una luz

El Teatro Auditorio Miraflores siempre me pareció uno convencional, solo que ubicado en un sótano. Siempre que asisto, me siento en primera fila para poder apreciar el espectáculo y siempre puntual; sin embargo, en esta ocasión se notaron muchas particularidades: la función de Casi Normales no empezó a la hora, debido a que (y cito literalmente las palabras la productora) no había terminado la función anterior. El espectáculo empezó casi media hora después; también me percaté que la confitería no es para comprar algo antes de la función mientras uno espera o después de ella, sino para poder comer durante la función. Además, como me senté al medio, observé que se puede entrar y salir con normalidad. Más allá de estos aspectos algo particulares, el producto del Laboratorio Teatral Kapchy fue muy atractivo, más por su contenido de fondo, aunque con algunas cosas por mejorar en la forma.

La acción dramática gira entorno a una madre (Valentina Zelada) con trastornos de bipolaridad, que trata de negar la realidad de la muerte de su hijo Gabe (Gustavo Michael). Esto produce un gran dolor a su esposo Dan (Luiggi Piaggio) y peleas con la hija adolescente (Rebeca Pérez). Además, actúan Augusto Sotelo, como novio de la hija y Javier Deza, como el médico personal de la madre y es el encargado de la dirección actoral del montaje. La escenografía fue llamativa, debido a que consistía en dos niveles: el superior, en donde sucedían las crisis existenciales y los pensamientos de la hija; y el inferior, con elementos de un comedor y sala convencional. Sobre la pared, un grabado de un celebro en forma de árbol con colores, donde predomina el morado y amarillo psicodélico; algo muy intrigante, antes de las tres llamadas teatrales. El vestuario fue ropa formal y casual.

El montaje es un musical y por esa razón los diálogos son cantados; sin embargo, se debe mencionar que las diversas conversaciones no se llegaron a entender del todo, debido a que el audio y música de fondo se acoplaba sobre los cantos de los actores. De esta manera, los diversos conflictos y a veces monólogos muy interesantes no se podían comprender del todo. La voz de los actores estuvo acompañada de un micrófono portátil, como los que se usan en televisión para entrevistar, pero hubo una escena muy potente cuando la madre persigue la verdad de la muerte de su hijo y resondra al padre por ocultarla, pero que en medio del conflicto, el audio del actor se apagó por unos segundos y no se pudo entender el final de la escena.

Por otro lado, un aspecto positivo es la técnica vocal, que fue buena sobre todo las de Piaggio y Pérez, pues sus diálogos eran con tonalidades más agudas que graves. Casi Normales me recordó una producción de mucha calidad en la técnica vocal, Notas Disonantes, del año pasado en La Histriónica, en donde los actores se lucieron con unos cánticos casi de sopranos. La actuación de Michael era intrigante, pues su presencia era un limbo entre la realidad de la madre y sus pensamientos; le puso mucha energía y organicidad a su personaje.

La historia en sí es atractiva, pero como mencioné, el audio de fondo no fue el mejor y mucho del drama no se pudo entender, salvo una escena hacia el final del montaje y en donde el audio del fondo fue afortunadamente débil, de tal manera que sí se pudo escuchar claramente los diálogos: la madre y el padre recuerdan las fotografías de sus hijos y tienen intercambios de palabras realmente conmovedores, abordando la importancia de la familia y el amor. La escena fue muy fuerte, sobre todo por cómo va recuperando la memoria el personaje de Valentina.

Casi Normales terminó con un número musical original, "Hay una luz"; es muy importante de resaltar este esfuerzo. Pero Casi Normales también deja una sensación de ser un montaje que puede mejorar mucho más: tiene una dramaturgia rica y una historia apasionante y pedagógica, solo falta desarrollarla más; y claramente, mejorar aspectos como el audio. Sin embargo, como resultado de un laboratorio estuvo perfecto.

Enrique Pacheco
16 de febrero de 2020

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