lunes, 24 de febrero de 2020

Crítica: CENIZAS y SALIR


Salir de las cenizas

Nunca he sido un ávido espectador de Microteatro. Muchos amigos y conocidos en este medio han tenido la generosidad de invitarme a sus microobras y yo les he pagado mal con mi ausencia. Lo siento mucho. No son ustedes, soy yo. Me cuesta mucho conectarme con lo que sucede en esos quince o dieciséis minutos. Además, como suelo ir solo, el tiempo de espera en medio de un bar de gente feliz y distendida es un tormento. Coronan la experiencia un par de incidentes un tanto desagradables que me ocurrieron en boletería hace algunos años. Sin embargo, este oficio que se me ha encargado es el aliciente que necesitaba (el pretexto más bien) para adentrarme nuevamente en esa casa barranquina de la cuadra 2 de la Calle Ayacucho y sentarme a ver, como sucedió el miércoles 19 de febrero, un par de obras que me den qué pensar y teclear, como ahora mismo.

Cenizas

La sinopsis de Cenizas dice lo siguiente: “Una pareja gay ha viajado a la India a regar las cenizas del papá de uno de ellos. ¿Pero qué pasa cuando piensan distinto sobre la muerte y no es quien dice ser uno de ellos en el peor momento de su vida?” Esta microobra cuenta con la dramaturgia de Juan Frendsa, la dirección de Marcos García-Tizón y la actuación de Urias Santillán y Piero Negrón.

Como suele suceder en las microobras, todo sucede en un espacio reducido en donde actores y espectadores están separados a tres metros como máximo. En este caso, la obra transcurre en la pequeña habitación de un hotel en la India, en una ciudad por la que pasa el río Ganges, que es en donde uno de los personajes quiere esparcir las cenizas de su padre. Siendo este el escenario, y estando tan cerca el público a los actores, no se entiende por qué el trabajo actoral tiene que ser tan grande. Y ojo que este es un vicio de facto, no solo en esta obra, sino en las más de las que se presentan en Microteatro. Aquí no existe el espectador de la fila “k” para quien haya que actuar así, porque de lo contrario se lo perderá todo. Como ya se dijo, estamos a tres metros de distancia como máximo. En Cenizas se entiende que la irritante compulsión obsesiva del personaje de Negrón justifique en parte este despliegue de energía. Santillán hace lo propio y no se queda atrás. Aun así, insistimos: ¿es necesario? Porque, además, entendemos que estas dos personas están agotadas por la travesía y por el calor. ¿No da más calor moverse de un lado a otro en una habitación minúscula? ¿Lo normal no sería, más bien, bajarle las revoluciones al movimiento, luchar contra el cansancio o tratar de refrescarse? Esto no quiere decir que la acción (aquello que está sucediendo entre los personajes) deba ser menos intenso. Por el contrario, nuestra opinión es que la intensidad en la acción debe preservarse y, más bien, un trabajo físico más acorde a las circunstancias sería un aporte importante a la realidad de la obra. Y si bien todo este movimiento ofrece un muy buen contraste con la segunda parte, que es más pausada, más íntima y más compleja emocionalmente, creemos que existen otras estrategias que permitan tener el mismo contraste sin sacrificar verdad.

Un par de detalles. El primero: es importante que Santillán trabaje más en su acento. Entendemos que aquí hay una convención y que algunas cosas se deben asumir. Pero él es actor y ha asumido el reto de hacer creíble a su personaje. Entonces, si va a proponer un acento extranjero, que lo haga bien. El segundo detalle: asumimos que la ciudad en la que estos personajes están definitivamente NO es Beranés o Varanasi, también conocida por ser una ciudad sagrada para los hindúes, precisamente porque muchos de ellos van a morir allí para que sus cenizas sean esparcidas en las aguas del río Ganges. En Varanasi no hay un Hotel Hilton (en la obra, sí). Y, de haberlo, no tendría habitaciones como la que vimos, con lo cual se entendería que los personajes han sido timados y les han vendido como habitación del Hilton una que no lo es por ningún lado. En Varanasi tampoco se hacen bolas si un no hindú esparce las cenizas de alguien en las aguas del caudaloso (y ya no tan limpio) Ganges. Por el contrario, más de un local ofrecería sus servicios para subirlos a una barca y remar aguas adentro para que puedan realizar el rito fúnebre con total libertad.

Por lo demás, Cenizas es un trabajo interesante que aborda temas como la muerte de nuestros padres (antesala de nuestra propia finitud, además), las relaciones de pareja y los procesos de conocimiento (los nuestros y los del otro). Sentimos, sin embargo, que el formato de microobra le queda chico. Hay tanto más por conocer de estos personajes en un país tan de contrastes como la India, que la sensación que nos dejó fue la de haber visto apenas una escena de una estupenda obra mayor. Como para quedarnos con las ganas de saber qué pasó antes y en qué terminará todo esto.

Salir

La sinopsis de Salir dice lo siguiente: “José hará hasta lo imposible por no cruzarse con su ex. Enfrentar esa situación no está en sus planes, pero el lugar que escoge para esconderse no será precisamente el mejor.” Esta microobra cuenta con la dramaturgia y la dirección de Jorge Bazalar y la actuación de Kelly Estrada, Luis Miguel Yovera y Christian Ruiz.

Como indica la sinopsis, José (el personaje de Llovera) está en una fiesta a la que también asiste su ex enamorada. Él quiere evitarla a toda costa (como lo ha hecho desde el rompimiento) y no tiene mejor idea que encerrarse en el baño que está en los altos del edificio en el que la fiesta se desarrolla. La situación es perfectamente plausible: desde el amigo, interpretado por Ruiz, que va a buscarlo, hasta el (evidente) encuentro y confrontación con la ex (interpretada por Estrada), y la reacción de ambos. Los apartes (o cortes de la acción en los que uno de los personajes se dirige al público para explicar algo) podrían haber funcionado mejor en conjunto si es que no se les hubiera dejado de lado de súbito en la dramaturgia. Siendo momentos en los que se nos revela un pensamiento del personaje, bien valdría la pena añadir uno más, el último, que otorgue un mejor remate al uso de este recurso.

La interacción de los tres personajes fluye bastante bien, aunque con algunas notas de exageración en los caballeros. “Actuar” la mentira o disimulo, por ejemplo, podría ser dejado de lado, o, por el contrario, incorporado de mejor manera. Un ejemplo claro es el acuse de la mentira en la corporalidad del amigo de José y que solo aparece en dos ocasiones puntuales, nunca antes o después. Estrada hace un magnífico trabajo de realidad escénica que engarza bien con el de Yovera. El conflicto en ambos se torna más creíble e interesante conforme vamos conociendo detalles de su relación, y la obra cierra bien con un final “casi feliz” y perfectamente válido.

Un detalle importante, sí: la corbata de José. Es grande, amarilla y cuelga del cuello del personaje. De hecho, se lleva el protagonismo de su atuendo que es, más bien, sobrio. Aún más: cuando el personaje usa el inodoro como asiento y se encorva, la corbata se sumerge en la taza. Cualquiera pensaría que esa corbata es pieza clave en el desarrollo de la obra (sino, para qué estaría). Pero no, no lo es. Sólo es parte del vestuario. Si se nos permite, le sugerimos a la dirección de la obra que suprima esta prenda, o que le de algún significado. De lo contrario, su única misión en escena es la de distraer.

En general, Salir es una obra sencilla, sin grandes pretensiones y hasta predecible, pero con una importante dosis de realidad en ella. Esto último es su principal valor: nada mejor que ver en escena algo con lo que nos podamos sentir identificados. Es la opinión de quien esto escribe que esta pequeña pieza merece tener más público del que tiene.

David Huamán
24 de febrero de 2010

Nota adicional:
Varanasi desde los ojos de un influencer (o alguien que quiere serlo):

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