jueves, 20 de febrero de 2020

Crítica: SADHAKA


Una historia llena de misterio

Segunda llamada y se escucha el canto de un gallo. Con algunos de los actores ya en escena y a pocos minutos de la tercera llamada, observamos a un extremo del escenario a dos mujeres y a un caballero del elenco: ellas concentradas están tejiendo y, él, sentado sobre un cajón musical, dando la impresión que espera el momento indicado para empezar a tocar.

Mientras, frente a ellos, se encuentra Amparo (protagonista de la obra) desgranando maíz.
Con las actuaciones de Cecilia Monserrate, Osiris Vega, Tatiana Espinoza, Miluska Lavalle y Luis Sandoval, se da inició a Sadhaka, una puesta en escena que retrata a Amparo (Monserrate) como aquel ser que vaticina el fututo, simbolizando la sabiduría femenina, una mujer criadora de gallos, conectada con la naturaleza y que pareciera ser un oráculo; que tiene el conocimiento de las vidas pasadas y que a su vez representa a la mujer afro, sentada siempre en el mismo lugar de su huerto a donde llegan distintas personas en busca de ayuda.

Su rostro siempre sereno (Amparo) da cuenta de que la monótona acción se repite siempre (desgranar maíz) y que no hay mayor remedio que continuar, pero esta calma se ve interrumpida cuando Nieves (Vega), una pequeña con tan solo quince años, invade su huerto, huyendo de un crimen que cometió contra el hombre que abusó de ella, un hombre mucho mayor que la niña y que sería su esposo, tras un matrimonio arreglado. Esta mujer guía, a través del tiempo, le dejará la posta a esta pequeña, tras pasar algunas pruebas un poco excéntricas e insólitas.

Sadhaka es una obra escrita por Luis Alberto León (autor de La cautiva y Savia) y Enrique León. Al ser textos demasiado extensos, los actores se sintieran monótonos en la mayoría de sus diálogos, perdiendo matices en la interpretación, restando el contrapeso que debería tener cada uno de los personajes. La que sorprendió fue Vega, a quien se le vio fresca y natural pero de igual manera se la sintió en una sola línea; sin embargo, cabe resaltar el gran dominio que tiene Monserrate para memorizar textos tan largos, monólogos que están dentro de la obra y que los dijo con la seguridad que caracterizaba a su personaje, sin titubear en ningún momento.

En medio de una escenografía que podría remitir a un distrito chinchano, visualmente se veía bien, estéticamente estaba en lo correcto, pero al tener un público a ambos lados solo se optó por dirigirse casi en la mayoría de la obra a un solo lateral, dejando de lado al otro extremo del público. Los efectos sonoros y a la música fueron espectaculares, además de ser los respiros dentro de los 90 minutos que duró la obra, solo que por momentos sonaban demasiado altos, opacando la voz de los personajes y en ciertos momentos, distraía la atención del público, aquel que estaba en el lado opuesto de la escena principal, logrando que se pierda la ilación de lo obra; sin embargo, es mérito resaltar la calidad vocal de Lavalle para interpretar algunas canciones dentro de esta puesta en escena. Qué tal potencia de voz.

Casi al final de la obra, todos los personajes salen con unas cabezas gigantes, ¿pero cuál era la finalidad de salir así? ¿Tal vez porque transcurrieron muchos años? ¿Era una especie de ritual? Tuve la oportunidad de conversar con algunas personas del público y creo que quedaron algunas preguntas sin resolver.

Sadhaka es una historia atractiva, con un texto lleno de metáforas, por lo que entiendo que muchas partes de la obra no se comprendieran completamente. Esta obra es una coproducción de Sala de Parto y el ICPNA. Está bajo la dirección de Ana Cecilia Chung y Luis Alberto León. Va hasta el 7 de marzo en el Auditorio ICPNA Miraflores los días jueves, viernes y sábado a las 8.00pm.

Milagros Guevara
20 de febrero de 2020

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