Ciudad de los sueños rotos
Ligia
y la Ciudad Gris es un unipersonal a cargo de Gabriela
Chero Franco, bajo la dirección de Eduardo Ramos. La obra ha transitado otros
escenarios, pero es la primera vez que se presenta en una corta temporada en
los auditorios del Centro Cultural Británico. La acción dramática gira en torno
a una niña llamada Ligia atrapada en una ciudad muy hostil y con graves
problemas ambientales, como la lluvia ácida, pero que aspira a conocer y vivir
nuevas experiencias fuera. El conflicto sucede cuando esta voluntad choca con
la del Coronel, el mandatario todo poderoso de Ciudad Gris que manda sobre la
vida de todos. A pesar de las advertencias de su madre, muy obediente al
Coronel, la muchacha no teme a nada y a pesar de ser tocada por la temida
lluvia ácida, igual emprende la búsqueda de su libertad y la lucha por sus
sueños, claro que atravesando una serie de experiencias y aventuras en ese
camino.
El auditorio de la sede Surco del Británico
estuvo casi totalmente llena de madres con sus hijos. Desde un primer momento,
Gabriela logró conectarse con los infantes y a medida que narraba y personificaba la historia de Ligia, consiguió llamar la atención y concentración de todo el
público. Esto fue algo muy evidente, porque por momentos parecía que los niños no se
inmutaban ante las serie de aventuras de Ligia por su libertad; de igual
manera, fue sorprendente que no interrumpieran su monólogo e incursionaran en
el escenario, como es muy común en los espectáculos infantiles.
El vestuario de Gabriela fue bastante sucinto,
sus materiales eran convencionales, pero los colores atractivos. Además,
llevaba consigo una maleta, la cual era muy intrigante, pues su contenido era
desconocido. Interesante el hecho que nunca la abriera y así dejó una sensación
de curiosidad muy fuerte. Por otro lado, no hubo más decoración de materiales
en el escenario, pero sí la visualización de imágenes de los sueños de Ligia,
aunque no se logran apreciar del todo por el reflejo de la luz. La iluminación
fue buena, pues era de una tonalidad roja amarillenta haciendo alegoría a la
alegría. Sin embargo, un elemento realmente potente del montaje fue la música.
No sé si será original (si lo es sería genial), pero los ritmos que acompañaron
las diferentes aventuras de la niña fueron precisos y atractivos; era como una
mezcla de jazz y un concierto de ópera de Tchaikovsky, pero con un ritmo
divertido y por momentos, muy simpático.
Los eventos que suceden a Ligia fueron muy
rápidos e implicaron un dominio escénico por parte de la actriz, que es este
caso sí llegó a estar a la altura del personaje, pues los movimientos eran
claros, así como las intenciones. Hacia el final del montaje, el giro que tomó
la historia fue grande e inspirador: el mensaje sobre la importancia de luchar
por tus sueños caló en los niños, ya que fue lo que más preguntaban luego del espectáculo.
Fue muy positivo que tanto la actriz como el director salieran al escenario
luego de terminado este, para darse un tiempo en conversar con el público,
sobre todo, con los niños. Es muy importante ir educándolos acerca de las
convenciones del teatro.
Enrique Pacheco
22 de enero de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario