miércoles, 29 de enero de 2020

Crítica: HAY QUE SALIR RIENDO


Una urna en la casa

El dramaturgo y guionista de televisión Paul Elliot, nacido al sur de los Estados Unidos, escribió la comedia Hay que salir riendo (Exit laughing, 2013), consiguiendo su puesta en escena un verdadero récord de taquilla en el teatro en el que se estrenó originalmente en Springfield, Missouri. Es importante mencionar la ubicación geográfica, ya que la trama transcurre precisamente en aquella localidad, la cual es respetada para su temporada en el Teatro de Lucía por el joven director Rodrigo Falla Brousset. Pero acaso el historial televisivo de Elliot haya podido colarse en mayor o menor medida en su pieza: tres amigas sureñas ya maduras, de diferentes personalidades cada una y rayando por los pelos el estereotipo, ven interrumpida su acostumbrada partida semanal de bridge debido a la muerte de su amiga Mary, iniciándose así una serie de divertidos enredos. La fórmula empleada en clásicas series televisivas como Los años dorados (The Golden Girls, 1985-1992) y otras de corte similar se deja ver en el escenario; sin embargo, ese aspecto no es necesariamente malo y además, el resultado final obtenido por el elenco es positivo.

Con toda la acción desarrollándose en tiempo real en la sala comedor de la casa de Connie (Lilian Nieto), una sensata y laboriosa divorciada que esconde botellas de licor por toda la casa, los problemas inician con la llegada de la coqueta Leona (Bettina Oneto) y la no muy brillante Millie (Natalia Torres Vilar), esta última trayendo consigo nada menos que la urna con las cenizas de la difunta que tomó “prestada” de la funeraria y así estar completas para su acostumbrado juego de cartas. Una serie de desconcertantes eventos posteriores, que ponen en aprietos a las señoras, bien podrían ser obra de la difunta. Una pertinente decisión del director la de no tratar de adaptar su puesta “a la peruana”, ya que los cambios, especialmente en contextos tan específicos, hubieran implicado un riesgo mayor. Es por ello que el humor tan norteamericano, heredado de las notables comedias de Plan 9 (Falla Brousset es aplicado alumno de David Carrillo), está sin duda presente, pero irá perfilándose en mayor medida durante la temporada.

Por el lado de la actuaciones, tanto Nieto, Oneto y Torres Vilar son increíbles intérpretes pero de registros diferentes; es por ello que la dirección debe trabajar función tras función para unificar las energías y estilos de cada una y así aprovecharlas al máximo. El trabajo del trío de actrices es encomiable y efectivo, pero también resulta interesante la relación de Connie con su frustrada hija (Ximena Galiano) y la de esta última con su interés amoroso (Sebastián Stimman), un jovencito que aparece de manera sorpresiva para el jolgorio general de las señoras y que traerá una dramática revelación al final. Toda la acción propuesta por Elliot es ingeniosa y divertida, con un par de momentos entrañables que promueven el valor de la amistad por encima de todo. Hay que salir riendo funciona como una entretenida comedia y el público verdaderamente sí abandona el teatro con una sonrisa.

Sergio Velarde
29 de enero de 2020

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