El teatro como agente liberador
La dramaturgia de Alfredo Bushby nunca pasa
desapercibida. No solo ha sido constante en nuestra cartelera durante las
últimas décadas, sino que siempre nos ha presentado un conjunto de enigmáticas historias
con temáticas muy diversas, tratadas en el papel con complejidad y a profundidad,
aunque acaso sus respectivos montajes no siempre le hayan hecho justicia. Desde
su primer texto, La dama del laberinto (1993), con fantasmas, desahucios, celos
y crímenes en medio de una investigación dentro de una casona de época; pasando
por Historia de un gol peruano (2004), con suicidios, confesiones increíbles y
el despertar sexual de un niño de once años, mientras ocurre la clasificación
para el Mundial de México 70; hasta las más recientes, como Conrado y Lucrecia
(2014), con un indescifrable enigma que un grupo de amigos deberá revelar; Vergüenzas: Cajamarca, 1953 (2017), con los terribles acontecimientos que le ocurren a una
solitaria mujer y su encuentro con un extranjero en plena campiña; y Balada de la concha y la pastora (2019), con un grupo de teatro itinerante enfrentando a
su público a través de la escenificación de la fábula que le da título al
montaje.
Pero la dirección de Diego La Hoz no se
queda atrás. Imposible enumerar la totalidad de sus montajes, pero acaso solo
baste con nombrar una de sus últimas puestas: Bagua, ni grande ni chica (2019),
con texto póstumo de Sara Joffré, el que transforma en una verdadera
celebración del teatro en sí mismo, en función a su necesaria finalidad, que no
es otra que la de preservar los hechos históricos en la memoria del espectador.
Pues bien, La Hoz ya había trabajado previamente un texto de Bushby llamado
Maribel dice los pieses (2018), pero en un montaje gestionado por estudiantes
de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad Científica del Sur, como
parte de sus proyectos finales para graduarse. La temporada formal se llevó a
cabo en el Club de Teatro de Lima el mes pasado, en donde la dupla Bushby-La
Hoz consiguió un atípico e indescriptible montaje, en donde las apariencias
jugaron un papel preponderante, dentro de una historia que va desnudando toda su
complejidad conforme avanzan los minutos, salpicada con irreverentes tintes
metateatrales.
Se encienden las luces y logramos ver a tres
personajes que deambulan dentro de una habitación con amplios plásticos como paredes,
junto a tres sillas, un teléfono antiguo y un gran espejo al que se dirigen
eventualmente, sin poder huir; es decir, el trío se encuentra confinado a
puerta cerrada. Pero las apariencias “sartrerianas” no terminan ahí, ya que
vamos descubriendo de a pocos el porqué de su encierro y especialmente, qué es
lo que deben hacer para poder salir: nada menos que la creación y
escenificación teatral de una historia que convenza a su captor será la que se
convierta en el pase a su libertad. Aurelio (Karlos López Rentería), Charlie
(Paco Caparó) y Begonia (una enorme Eliana Fry García-Pacheco) parecieran no
tener nada en común; sin embargo, la intermitente mención de Maribel en la
historia dentro de la ficción, que al inicio parece disparatada, va revelando puntos
en común en sus vidas, pero también las enormes brechas existentes entre ellos en
medio de un trasfondo social, económico y político muy reconocible.
Y es que la pieza de Bushby esconde
demasiadas aristas de las que se puede anticipar en un inicio. La envoltura de plástico
que propone La Hoz, sacudida y removida literalmente por el equipo de
producción en plena función sin previo aviso, nos enturbia primero la visión y
luego nos acerca como espectadores a la verdad. Más allá de la premisa inicial,
que nos habla de las libertades a las que tenemos derecho y al poder opresor
que nos obliga a comportarnos de determinada manera, la presencia (o ausencia) de
“Maribel” se convierte en una sugerente metáfora de la lucha de clases sociales.
Los tres personajes, una vez reveladas sus verdaderas personalidades, utilizan todas
sus herramientas (morales o no) para salirse con la suya y conseguir sus
objetivos. Pero acaso el punto más alto de esta imperdible alianza escénica entre
autor-director (Bushby y La Hoz, en estado de gracia) sea el de demostrar que con el Teatro podemos alcanzar la Libertad
y así salir de nuestros “encierros”. Maribel dice los pieses es un insólito y arrebatador
enigma teatral que merece (resol)verse.
Sergio Velarde
9 de octubre de 2019
1 comentario:
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