El escritor inglés Christopher Hampton ganó notoriedad con
su adaptación para el teatro de la célebre novela del siglo XVIII “Las
amistades peligrosas” (Les Liaisons dangereuses, 1782) del francés Choderlos de
Laclos, estrenada en 1985 para la prestigiosa Royal Shakespeare Company. El
éxito fue inmediato y el mismo Hampton se encargó de escribir y perennizar en
el cine las maquiavélicas intrigas de un par de inescrupulosos aristocráticos
en contra de virginales damiselas solo por el gusto de hacerlo, con la
magistral Relaciones peligrosas (Dangerous Liaisons, 1988) del notable director
Stephen Frears, que es ya un irremediable referente del cine de época
estadounidense y de la cultura mundial. Otras cintas han intentado destronarla,
pero resulta imposibe. Pues bien, se encuentra en cartelera en el Teatro
Ricardo Blume de Aranwa, la pieza original de Hampton, Amistades peligrosas,
con la producción de Idea Original y la dirección de la interesante Felien De
Smedt, quien nos presentara anteriormente la conmovedora Un chico de Bosnia
(2016).
La historia es ya conocida: los cínicos y malvados Valmont (Alfonso
Dibós) y Merteuil (Denise Arregui) dedican sus ratos de ocio en destruir reputaciones
a través de juegos de seducción en los que ponen a prueba su poderío. Las víctimas
elegidas son la ingenua Cecile (Kali Granados), próxima a casarse con un amante
que despreció a Marteuil; y Madame de Tourvel (Fiorella Díaz), una conservadora
dama que sería el mayor logro del amoral Valmont. De Smedt opta para su
adaptación por una estética contemporánea y una utilería mínima, en lugar de
los vestuarios y mobiliarios de época que el texto original requería; en ese
sentido, la elección de los colores blanco y negro para el vestuario, como
fichas de ajedrez en la búsqueda de estrategias (con pequeño tablero incluido
en medio del espacio circular de Aranwa) y del rojo para los funcionales
muebles, que representa la pasión que se desata en los personajes, es acertada,
a pesar de ciertos detalles que no pasan desapercibidos: el miriñaque de
Marteuil, los zapatos rojizos de Tourvel y las zapatillas blancas de Cecile y del
joven Danceny (Renato Medina-Vassallo) merecerían una revisión, así como
también la ejecución escénica del final de Valmont.
Por otro lado, la dirección de actores sí que le saca
provecho al elenco: los muy competentes Dibós y Arregui se lucen en sus
personajes, mostrando su lado perverso, pero también aquella humanidad que
aflora en momentos puntuales. Díaz y Granados también convencen en sus roles,
al lado de Medina-Vassallo, Andrea Fernández, Jorge Armas y Verónica Miranda.
Resulta curioso cómo ciertas escenas, como el primer encuentro sexual entre
Cecile y Valmont, adquieren nuevas e inquietantes connotaciones en estos días; así
como también la figura de Marteuil, una arpía que intenta sobrevivir a su
manera, siendo mujer, en una sociedad hostil. El final, con el juego de cartas
interrumpido con los naipes en el suelo y el grito desgarrador, cierra con
efectividad la historia. Acaso se pudo haber aprovechado más las luces y los
efectos de sonido para darle más teatralidad al montaje; acaso se pudo haber
arriesgado más en los encuentros amorosos de los personajes. Pero con todo y
estos detalles a revisar, la puesta de Amistades peligrosas de De Smedt sí que funciona,
gracias especialmente al talento del elenco, que sabe aprovechar todas las
posibilidades que ofrece la crueldad, la perversión y la pasión del texto de De
Laclos adaptado por Hampton.
Sergio Velarde
19 de octubre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario