Veintidós años después de
Vladimir
Vladimir es parte
de Trilogía, un proyecto del Centro
Cultural PUCP y la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas que
presenta tres obras del autor peruano Alfonso Santisteban. Este montaje nos lleva al año 1993, con una
madre y su hijo adolescente que se despiden: ella se tiene que ir a Estados
Unidos a buscar nuevas oportunidades de trabajo, pero él decide no seguir la
decisión de su madre y emprender su propia vida. La dirección de este montaje
está a cargo de Alberto Isola, con la participación de la actriz Alejandra
Guerra y los actores Miguel Dávalos, Janncarlo Torrese y Santiago Torres.
En cuanto al manejo del espacio, se dispuso recrear el
interior de una casona antigua y deteriorada, que evocaba al contexto decadente
por el que pasaban los personajes. Gracias al uso de luces específicas, se creó
una serie de convenciones para diferenciar los cambios de espacio en escena.
Por ejemplo, se estableció de manera clara que el primer plano del escenario
era la calle, un espacio exterior donde los personajes más jóvenes solían
encontrarse. La disposición del espacio y la iluminación en escena tuvo un rol
importante dentro de la obra, permitiendo acentuar apropiadamente no solo los
cambios de escena, sino también los saltos de tiempo y la interacción entre
personajes en conversaciones indistintas: la iluminación permitía entender que
había saltos al pasado que iban y venían, sobre todo cuando el personaje del
padre interactuaba con la madre, pero no con Vladimir, todo esto mientras los
tres personajes estaban en escena.
Los elementos escenográficos en escena fueron atinadamente
elegidos para contextualizarnos no solo en la época concreta donde se
desarrolla la historia, sino también nos ubicaba en la situación que los
personajes estaban viviendo: las cajas eran señal de una mudanza casi concreta;
sin embargo, el estado deteriorado de las cajas, la ausencia de muebles y el
desorden general hablaba más específicamente de una familia que no tiene muchas
pertenencias ciertamente. La mezcla de aquellos elementos, además de la ropa
que cada personaje usaba, llenada de especificidad a la puesta en escena, de
modo que todo sumaba a la continuación de la historia. No hubo una preocupación
en los cambios de vestuarios entre escena y escena, solo se hace en ocasiones
donde el salto de tiempo es necesario de ser marcado para fines dramáticos: una
decisión práctica, ciertamente. En cuanto a elementos escenográficos que
tuvieron protagonismo, cabe mencionar un afiche rojo que estuvo presente
durante la obra como representación de las ideas de cambio que todos los
personajes poseen. Es interesante ver cómo este afiche ha sido propiedad de los
padres en la juventud y posteriormente de Vladimir, evocando a una idea de herencia ideológica que de alguna
forma une a los personajes.
La interpretación de los actores estuvo pareja técnicamente
hablando, hubo especificidad en la construcción de los personajes; sin embargo,
en el caso del personaje del padre y el Che, si bien se entendió que tenían una
función en escena, no tuvieron la presencia que la obra parecía exigirles. Es
decir, faltó en estos personajes un protagonismo en su rol como representantes
del pasado y las ideas de cambio que encarnaban. En el caso de la madre y
Vladimir, se logró un vínculo interesante de ver a partir de la cantidad de
detalles que poseían los personajes, de modo que se notaba una relación madre –
hijo lograda, gracias a los saltos temporales en los que la obra se basaba.
La puesta, si bien está ambientada en el año 1994, está llena
de símbolos y vínculos entre personajes que trascienden de contexto. La casa
deteriorada donde sucede la obra no es sino un símil de un país que, así como
lo hizo la madre, muchas personas en aquel contexto tuvieron que abandonar para
buscar nuevas oportunidad. Digamos que, en el año 2018, aún hay la necesidad de
dejar nuestro país para buscar mejores circunstancias. A pesar de haber casi 24
años de diferencia, ¿qué tanto ha cambiado el Perú de Vladimir en relación al Perú del espectador? ¿Es un contexto en el
que los sueños y la necesidad pueden ir en la misma dirección? Se lo dejo de
tarea.
Stefany Olivos
4 de octubre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario