martes, 9 de octubre de 2018

Colaboración regional: MARX EN EL SOHO


La importancia del discurso

La etimología de la palabra "Teatro" viene del griego “Theatron”, que significa “lugar para ver” o “lugar para contemplar”. La tarea durante siglos de este oficio, en la interacción dialéctica de Actor y Espectador, es y será el de comunicarnos mensajes desde los más sublimes hasta los más mundanos, pero siempre mostrándonos la realidad desde un contexto, tiempo y espacio, queriendo de alguna forma sutil o no, darnos  un pequeño drama personal que refleje la realidad de lo que pasó, lo que está pasando o podría pasar, pero desde la honestidad del hacer, cuerpo, aire, voz, dándose en el espacio sincero, en su sudor, pues hay una necesidad irreversible de decir, y este es el caso de Marx en el Soho de Howard Zinn, interpretado en esta ocasión por Humberto Chaparro.

Un actor maduro con cabellos largos y barba prominente, ambas ya teñidas por el tiempo y la experiencia, pues la vida es una las grandes maestras en este oficio, si bien la inquietud por el teatro nace temprano: “…En el jardín de niños, en una obra que no pude participar, pues no pudieron hacerme el vestuario, La siembra se llamaba”, nos dice Humberto Chaparro. Quizás fue aquella el  impulsor para que participara después en cuanta obra de colegio hubiera frente a él y después buscar, en otras épocas, al Teatro Experimental Universitario, en tiempos intensos y de compromiso político y social. Ahí se ve influenciado y nutrido por maestros y compañeros como Rene Ramirez, Enrique Victoria, Hugo Bonet, Gabriela Milano, Javier Saenz, entre otros, pero quizás el tiempo de dirigente sindical en Cuajone fue lo que terminó de redondear su presente representación de Marx en el Soho.

Si bien la obra del historiador norteamericano Howard  Zinn es joven, esta ya ha sido representada en diversos lugares del mundo, cobrando actualidad donde sea puesta en escena,  mostrándonos a Karl Marx en el presente, en el distrito de Soho de Nueva York, discursando contra las mismas injusticias capitalistas que motivaron su obra hace más de 150 años, cuando publicó “El capital”. Sin embargo, nos presenta un personaje lúdico y lleno de anécdotas, que hacen de esta obra sólida en contenido y discurso, pero también es ágil y entretenida, siendo un viaje por la historia y el discurso de Marx sin llegar a ser panfletaria.

El trabajo de las acciones es interesante en la propuesta escénica de Humberto Chaparro; si bien no son acrobáticas, llegan a impresionar por la sencillez y delicadeza: momentos como cuando saca de su bolsillo migajas de pan y se las da a las palomas dejan delinear en la imaginación la escena de un momento íntimo pero a la vez común, pues la claridad de la acción deja fluir nuestras propias memorias. La descripción de las hijas de Marx, una por una, mientras cambia de niveles sutilmente y  delinea en el aire sus figuras, nos da a entender que hay algo más allá de la técnica y es también el propio recuerdo, esas estructuras asociativas que conectan con el actor y vuelven la escena sincera, verdadera.

Recordemos que el oficio no solo se base en la estética y la forma, sino también en la ética y la política. Puestas en escena, como Marx en el Soho nos lo recuerdan sin llegar al extremo del panfleto, donde el oficio solo es utilizado como una herramienta más del panfleto ideológico. Es importante la reflexión y el análisis dentro de nuestro arte, la constante reinvención  y el trabajo del propio discurso. “Lo único constante es el cambio”, diría Mariátegui.

Miguel Gutti Brugman
Cusco, 9 de octubre de 2018

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