miércoles, 3 de octubre de 2018

Crítica: EL ÚLTIMO VERANO

Lecciones para la vida

Al hablar de la adolescencia, personalmente, recuerdo una etapa de cambios (físicos y emocionales); momentos de complicidad en la amistad, las primeras ilusiones, los miedos, la escuela, entre muchas otras vivencias. El último verano, obra escrita y dirigida por Cristhian Palomino e inspirada en el best-seller estadounidense Él entre nosotras, nos remonta, precisamente, a esas memorias.

Algunos de los temas que pueden encontrarse en esta puesta, se encuentran la amistad, el primer amor, el bullying, el acoso, las desilusiones y las expectativas de la mujer adolescente por cumplir sus objetivos. La trama gira en torno a dos adolescentes, por un lado Brisa (Malory Vargas) y, por el otro, Liz (Eka Konysheva); ambas son amigas y están a punto de terminar el colegio. Sin embargo, el verano previo a ese último periodo escolar, se verá perturbado por la llegada de Emil (Cristhian Palomino), un misterioso joven que pasa la mayor parte del tiempo tocando el piano. Además, en el desarrollo se integra a la historia el personaje de Dianita (Ana Lucía Pérez, quien asume otros dos roles), con acertadas intervenciones.  

El montaje como tal, estuvo muy bien trabajado, pues se creó un ambiente multifuncional y acorde a los cambios que se requerían entre escena y escena. En cuanto a las interpretaciones, si bien los roles de adolescente exigen una energía activa y emocional, por momentos se sentía un poco desbordada. Este detalle no ensombrece las correctas ejecuciones del reparto, quienes lograron sostener a personajes volubles, emocionales, tímidos y complejos; determinados por las circunstancias propias de su edad y por otros factores.

La obra se divide en dos actos; no obstante, la narrativa expone una serie de eventos que se desconectan entre acto y acto, lo cual dificulta concatenar ciertos hechos, como la aparición del personaje de Dianita, quien tiene una participación clave para el desenlace. De otra parte, la intención del mensaje que deja El último verano es contundente, pues muchos de los problemas para la convivencia social se inician o se fomentan en la etapa adolescente, en la forma en cómo se relacionan y entienden los seres humanos en esta fase llena de transformaciones, entendiendo que ciertas conductas (muchas veces aceptadas como propias de la edad) podrían repercutir negativamente en las decisiones del otro.                

Maria Cristina Mory Cárdenas
3 de setiembre de 2018

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