“Conozco gente que solo con trabajo llega a hacer cosas muy hermosas”
“Siempre me gustó la actuación desde chiquita”, confiesa la
joven intérprete Lizet Chávez, ganadora del premio de El Oficio Crítico como la
mejor actriz en la categoría Drama por la obra Stop Kiss, una intensa historia
de amor entre dos mujeres en medio de una violenta sociedad, acompañada en
escena por Fiorella Pennano y dirigida por Norma Martínez. “Estudiando Ciencias
de la Comunicación en la universidad San Martín, decidí ser actriz
profesionalmente. Me encantaba actuar en el colegio, pero nunca lo vi como una
carrera. Soy la primera artista en mi familia, luego me siguió mi hermano que
estudió Artes Escénicas en la Católica”, menciona.
Sus inicios como actriz
Lizet llevó un primer taller con Aristóteles Picho siendo
muy joven, para luego ingresar al Club de Teatro de Lima. “Para mí, el Club lo
fue todo, fue mi primera casa. Me acuerdo de Angelita Velásquez (su profesora
en su primer año), su disciplina y su pasión por trabajar. Me acuerdo también
de Paco (Caparó, en su segundo año), que me enseñó a trabajar en grupo; y de
Sergio Arrau (en tercer año), que me daba con palo (risas), era súper crítico,
pero me enseñó bastante y terminé de tomar la decisión de dedicarme a esto”.
Lizet terminó Comunicaciones paralelamente con el Club, pero prefirió no sacar
su título, entrando al taller de Roberto Ángeles. “Al ser un taller
profesional, te hace ver la actuación de esa manera”, reflexiona Lizet. “En sus
tres niveles, te enseña conceptos como la acción, el obstáculo, la verdad; la
transformación en el personaje; y a tener un lenguaje teatral con tus compañeros,
respectivamente”. La técnica de Ángeles es confrontar las escenas con los
mismos alumnos, fomentando la crítica constructiva. “Mi grupo me encantó por su
compañerismo y por el nivel de competencia, eso te enseña bastante.”
Para Lizet, un buen actor de teatro debe tener ciertas
características fundamentales. “Debe saber escuchar, ser sensible o empático y
también ser humilde”. Ella no menciona el talento, pues considera que el
trabajo del actor es mucho más importante. “Conozco gente que solo con trabajo
llega a hacer cosas muy hermosas, mucho mejores que otras con un mayor talento;
pienso que el trabajo es muy necesario”. Por otro lado, un buen director de
teatro debe “tener algo que decir, debe saber escuchar y tener tolerancia”.
Considera además, que ser actor y director da otras herramientas para acercarse
a los actores. “Cuando trabajé con Norma en Stop Kiss, ella me ayudaba utilizando
términos que conocía como actriz; fue muy generosa conmigo como actriz y como
directora. Más que tolerancia, creo que una característica de un buen director
sería su generosidad, pues tendría una mayor comunicación con sus actores.”
“Creo que un actor y un director van creando la obra desde
el inicio, pues no creo que un director tenga todo claro al 100%”, afirma
Lizet. “Puede que, por ejemplo, el elenco que tenía en mente no pueda
participar en el montaje. Entonces la obra se va modificando en el camino, con
los actores, con el equipo. El proceso es importante. Navegar y descubrir la
obra juntos, el actor y el director, es un proceso interesante”. Lizet confiesa
también que le parece sumamente difícil la tarea de dirigir una obra.
Montajes y proyectos
Lizet ha tenido la suerte de intervenir en varios montajes que
destacaron por su alta calidad, entre ellos, Karamazov, adaptación de la novela
de Fedor Dostoiesvki por Mariana de Althaus. “Yo ya había trabajado con ella
hace años (en la obra Lamiak), es una gran directora y estaba feliz de trabajar
con ella”. Lizet no había leído la novela, y al hacerlo le pareció muy hermosa,
pero con ideas filosóficas muy difíciles de trasladar al teatro. “Aprendí muchísimo
no solo de la obra, sino también de cómo llevar una novela al teatro. Además, en
el elenco todos éramos amigos”. Otra
puesta en escena, que se caracterizó por dividir al público y crítica,
fue Falsarios, escrita por Gino Luque, dirigida por Carlos Galiano y estrenada
en el MALI. “Con Carlos ya había trabajado en Newmarket y Gino escribe súper
bien”, comenta. “El montaje me pareció una locura, pero me lancé, creo que lo
mejor siempre es arriesgarse”. El personaje de Lizet, una muchacha idealista
que decide tomar el camino subversivo, le permitió explorar también nuestra
realidad. “Fue todo un aprendizaje para mí, yo me identificaba con la obra, pues
me considero idealista. Me ayudó a entender nuestra realidad y considero que
fue un reto para todos”.
Sobre Stop Kiss, una obra que aborda temas tan actuales como
la violencia y la intolerancia, Lizet solo tiene halagos para Pennano, su
compañera de escena. “Fue lindo trabajar con ella, la conocí en el proceso.
Ella es muy disciplinada, trabajadora. Siempre estuvo dispuesta a trabajar y
nos llevamos muy bien desde el inicio”. Sobre la pertinencia de la pieza en un
momento en el que se discutía acerca de la Unión Civil, Lizet se mostró
sorprendida por la cantidad de violencia que se percibió en los medios impresos
y virtuales. “No podía creer tanta violencia. ¡Hasta dónde te puede llevar la
intolerancia! La obra te muestra cómo el amor no tiene cara ni sexo, y que eso
no puede llevar de ninguna manera a un acto tan salvaje, como lo vemos en
escena”. Lizet se muestra también contrariada por los piropos que los hombres
le sueltan en la calle. “Leí un comentario sobre que los hombres tenían el
derecho de decir piropos. Pues yo me siento maltratada.”
Entre los proyectos de Lizet para este 2016, figura su
participación en la obra Casi Don Quijote, dirigida por Paloma Reyes de Sá y
producida por Gestus. “Trabajaré nuevamente con Manuel (Gold, compañero de
escena en Falsarios) en el Centro Cultural de La Católica”. Además, intervendrá
en una obra de microteatro con Jorge Villanueva. “Y para fin de año estaré en
el Teatro de la Universidad del Pacífico con una obra dirigida por el director
francés Gilbert Rouvière, con gente a la que admiro mucho y por eso estoy
muy feliz”, finaliza.
Sergio Velarde
27 de enero de 2016
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