“El director es un facilitador de procesos”
La presencia en Perú de Arístides
Vargas, uno de los más importantes dramaturgos sudamericanos, ha sido en parte
posible gracias al dedicado trabajo de la asociación cultural “La Vale”, a
cargo de la sólida pareja conformada por Claudia del Aguila y Michael Joan.
Este último participó como actor en La República Análoga (2014) y como
director, en La edad de la ciruela (2014) y Ana, el mago y el aprendiz (2015);
tres interesantes piezas del director de Malayerba, que cosecharon aplausos del
público y de la crítica. Justamente, Michael fue premiado por El Oficio Crítico
como el mejor director en la categoría de Comedia o Musical, por su trabajo en
la obra que dirigiera el año pasado. “Arístides me ha marcado muchísimo, es
como un padre para mí”, menciona Michael. “Cuando viajamos a Quito, nos hospedamos
en su casa y conversamos todo el día de teatro junto a su esposa Charo Francés.
Hablamos de la ética en el teatro, del hecho de trabajar con seres humanos y cómo
la relación entre personas es fundamental para la creación escénica.”
Sus inicios en el teatro
Michael entró al teatro de
casualidad. “En los 90s estudiaba derecho en la Universidad de Lima y caminando
por la Universidad vi un letrero en el que había una convocatoria para un
taller de teatro. Postulé, porque me llamó la atención”, recuerda. “Comencé a
hacer mis pininos en la universidad y con el pasar del tiempo entré a
diferentes talleres con Maritza Gutti, Aristóteles Picho o la escuela Pataclaun
hasta qué y siempre abusando de la casualidad, llegó a mis manos un folleto que
decía: EL TUC vuelve a latir”. Ante confusiones existenciales sobre dedicarse
a su pasión y abandonar la carrera o
hacerle caso a la gente sobre lo poco
rentable del teatro, le preguntó a sus maestros si él servía para las artes
escénicas “Maritza me dijo que si yo no servía para el teatro, ya me lo hubiera
dicho; y Aristóteles me recomendó que termine Derecho y que siga paralelamente
con la actuación. Así es que tomando quizás una de las decisiones más
responsables de mi vida, abandoné la carrera y postulé al TUC”. Es así que
Michael inicia su carrera profesional en el teatro, con maestros como Alberto
Isola, Coco Chiarella, Ana Correa,
Mirella Carbone, Francois Vallaeys, Teresa Ralli, Celeste Viale, entre otros.
“Pero siempre, mientras he estado en el TUC y cuando egresé, he llevado talleres
en el Perú y en extranjero, porque siento que debo reinventarme e ir encontrando
mi propia teatralidad y he tenido la suerte de aprender con Roberto Ángeles, en
el Celcit de Argentina, en el New York Film Academy y sobre todo en Malayerba.”
“Mucha gente no lo sabe, pero yo
empiezo dirigiendo Perú Vas (2007). Mi rol era el de producir esta experiencia, pero surgieron algunas eventualidades y por cosas del destino terminé haciendo las primeras dramaturgias, dirigiendo y hasta
actuando en el bus”. Luego se le presentó a Michael un contrato para trabajar
como director en un canal local televisivo en Nueva York, “Era un canal pequeño
que emitía señal sólo en Nueva York y me gustaba el trabajo pero me faltaba y
extrañaba estar en el teatro. Por suerte pude convencer a algunos estudiantes
latinos del Actor’s Studio y de la Facultad de Teatro de la Universidad de
Nueva York (NYU) para hacer una obra de teatro que fortalezca a la identidad
latina en una ciudad con tantas razas como lo es Nueva York y un par de meses
después estrenamos “Foverer Latino” en un off, off, off recontra off Broadway, porque era como una pequeña sala de cámara en la parte trasera de un
bar-restaurant.”
Las artes escénicas
¿Cuáles son las características que debe tener un buen actor? “En el rol de director creo que la
disciplina es básica”, contesta Michael. “El actor debe tener amor por lo que
está haciendo, no puedes trabajar con gente impuntual, pelearte para que se aprendan
el texto. Me gusta trabajar con actores que tengan respeto por todo el equipo
que está trabajando en un proyecto pero sobretodo que se respeten asímismos”. Para
Michael es importante la relación de personas, tal como lo aprendió del maestro
Arístides. “Me gusta el actor que propone y dirigiendo soy mucho de hacer
coaching (soy coach internacional) y se me ha quedado el chip de terminar una escena
y antes de dar notas prefiero preguntar: ¿Cómo se han sentido? o ¿Qué crees de
debes probar si pasamos nuevamente la escena? Me gusta trabajar dentro de la
comodidad del actor y con el método en el cual se sienta seguro y me ofrezca
verdad”, revela. Además, afirma que en el Perú el método más trabajado es el de Stanislavski,
publicado por otras personas luego que éste muriera y que expresamente menciona
que es un método que debe evolucionar. “Me entrevisté en Nueva York con el
decano de la NYU y me preguntó qué método dominaba, le dije que el de
Stanislavski y me respondió que ese método no lo ven desde hace 40 años”,
menciona Michael, mientras nos comenta
que existen otras vías para llegar al personaje como actores.
Por otro lado, Michael menciona
que un buen director de teatro debe ser “flexible y al mismo tiempo estricto;
para mí, como director, después de la primera lectura, les digo a mis actores
que vamos a descubrir la obra en el camino, que no tengan ideas previas porque el
escenario nos va diciendo qué hacer en escena”. ¿Cómo hacer para que la escena siempre parezca tener vida? “El proceso de creación de una obra no muere
en el estreno de la misma, sino más bien se tiene que ir alimentando hasta el
final. La gente que va al estreno de mis obras no ve lo mismo en la última función,
podemos cambiar vestuario o elementos; aparecen nuevos estímulos que el actor va descubriendo y que el director
va considerando o no, esto motiva al actor para que no se vuelva mecánico. Arístides
me decía que muchos actores y directores ensayan para que la obra sea perfecta,
pero somos seres humanos y la perfección
no existe; al trabajar en el aquí y ahora estamos constantemente expuestos al
error y el ensayo no es para buscar la perfección, sino para resolver en escena
en caso surgiera algún imprevisto en ella”, asegura Michael. “Esforzarse en la
perfección de la obra, la vuelve falsa”.
Para Michael, un director de teatro debe ser un facilitador de procesos, es decir, va dándose cuenta de lo que necesita la obra logrando comodidad en sus actores y en el equipo que trabaje en el proyecto. ¿Cómo te defines como actor? “Cuando me toca ser actor, me pongo en las manos de mi director y lo que menos hago es pensar en cómo yo lo haría, soy muy puntual y sobretodo, me gusta proponer con respeto a mi director y mis compañeros”, asegura. “Por ejemplo, en la obra Telefonito.es, que dirige Sergio Paris, es la primera vez que actúo una obra escrita por mí, pero dirigida por otro y mientras ensayábamos y veía la nueva lectura de Sergio, me gustaba mucho más que los pensamientos que yo tenía mientras la escribía. Ahora estoy fascinado y cada función la disfruto muchísimo. Recuerdo mucho las palabras de Aristides cuando dice: El texto es mío, hasta que lo publico. En las manos de otro director y otro elenco ya no es mi obra, sino de ellos. Como dramaturgos no podemos ser egoístas, ni tampoco el director puede imaginarse qué es lo que realmente quise decir; por lo tanto, no me gustan los directores que siguen al dedillo cada indicación sino los que hacen su propia teatralidad con el texto."
Entre magos y aprendices
¿Por qué estrenar Ana, el mago y
el aprendiz en el 2015? “Siempre utilizamos obras que nos mueva algo en la
memoria”, responde Michael. “El abuelito de Claudia, que estaba muy enfermo, quería
ver actuar a su nieta. Le dije a Claudia que deberíamos hacer una obra que se
la podamos llevar a su sala. Lamentablemente, nunca llegó a verla, murió
mientras que estábamos en ensayos.” La pieza nos presentó a tres curiosos
personajes: el mago fanfarrón, su aplicado aprendiz y una melancólica mujer en
busca del amor de su vida. “Fue una puesta minimalista en la que Arístides
hablaba de la ilusión, de las cosas que me cuestiono como ser humano. Con
interrogantes como a dónde queremos llegar, qué queremos de la vida, qué nos
motiva, qué hace que la ilusión cambie algunas cosas”, reflexiona.
Para su compañera, la actriz y
directora de La Vale, Claudia del Águila, solo tiene elogios. “Para mi ella es
todo; me motiva, me alienta y es la única persona que le hace caso a mis
locuras. No es porque sea mi esposa, pero además siento una gran admiración por
ella como mujer de teatro; Es una tremenda actriz: En La República Análoga, La
edad de la ciruela y en Ana, el mago y el aprendiz ves a una actriz con
recursos, que no se repite y tiene la posibilidad de trasformase y jugar,
usualmente no veo trabajos así”, comenta.
¿Actualmente estamos en un auge en el teatro? “Creo que hay más cantidad de
obras y con mayor calidad definitivamente pero en el 2015 me parece que Piaf
y Avenida Larco fueron las únicas con
salas llenas en cada función, mientras que el resto estuvimos con mitad de sala
llena y con mucho esfuerzo y hasta
suerte”, reconoce Michael. Es por ello
que La Vale ha emprendido un proyecto que busca remontar esta situación. “Estamos
elaborando un proyecto que pueda
incentivar y promover la cultura teatral, despertando el interés no sólo de un
personas ya identificadas con el quehacer teatral, sino también queremos generar
un nuevo público para las artes escénicas. No debemos
apostar por uno mismo, se debe apostar por todos. Se tiene que romper ese
sistema de egoísmo: impulsemos todos el teatro en el país, no nos pongamos
marcas y rememos todos hacia el mismo horizonte”, concluye.
Sergio Velarde
25 de enero de 2016
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