Una de las grandes actuaciones que nos dejó el 2015 fue, sin
lugar a dudas, la de la joven actriz Patricia Barreto en el musical Piaf. “Asumí
el reto de interpretar a este icono de la música, y para no dejar mal ni a mi
director (Joaquín Vargas) ni a mí misma, me preparé durante un año, estudié
canto y francés, hice todo lo que tenía que hacer”. Sus esfuerzos fueron
recompensados, no solo con una de las temporadas más exitosas del año pasado
(luego de la Alianza Francesa, la obra tuvo que reestrenarse a pedido del
público en el Centro Cultural de la Católica), sino también con el premio de El
Oficio Crítico a la mejor actriz en Comedia o Musical. “Siento que lo di todo”,
afirma. “Fue el máximo que pude dar en su momento. No seré físicamente la copia
de Piaf, ni tendré la experiencia de vida, pero lo di todo en ese momento;
además, me enseñó a ser profesional.”
El aprendizaje del claun
“Saliendo del colegio, todos tenían ya decididas sus carreras,
pero yo no sabía qué hacer”, recuerda Patricia. Pero luego de ver al grupo
Yuyachkani en Sin Título – Técnica Mixta, decidió ser actriz. “Fue muy
importante ver la obra cuando estaba en el colegio, especialmente si es uno
sanisidrino y católico”, manifiesta. “Lo que veía en la tele pude verlo en
vivo. Me vi incluida en ese contexto. Me dije que era genial que haya gente que
se para en el escenario para decir su discurso en una forma tan hermosa. Ahí decidí
ser actriz, ahora ya sé que es mi medio de comunicación, mi medio de protesta,
mi plataforma de decir lo que quiero, lo que pienso”.
Sus padres la apoyaron en su decisión de llevar talleres de
actuación, por lo que estuvo cinco años aprendiendo claun en la escuela de Pataclaun.
“Fue una experiencia muy lúdica, no hay pensamiento ni juicio. Aflora tu
instinto del interior y debes controlarlo organizadamente con el otro actor”.
Al no haber nada impuesto, el claun le permite al actor trabajar con su cuerpo,
su voz y su pensamiento más primario. “Te conoces en el vacío, en el vértigo y
en el fracaso. Todo es un fracaso al inicio, porque uno siempre piensa agradar
y trabajar con el ego. Pero el claun te rearma,
construye a través de la destrucción”. Patricia afirma que al exponerse
demasiado en el escenario, la hizo vulnerable. “Yo quería imponer mi ego, pero
el ojo crítico del claun es tan sabio que no va por ahí”. Es por ello que para
Patricia el trabajo del claun es sumamente complejo, pero muy útil a la vez.
“El no tener texto ni dirección, estás a merced de tus posibilidades. Te
sientes útil como actor, escuchando al otro. Eres más honesto y más sutil, te
da una utilidad y una presencia muy fuerte. Te enseña a estar presente en el
escenario”, asegura.
Una vez terminado sus estudios en Pataclaun y teniendo solo
20 años, Patricia viajó a Buenos Aires. “Tuve una temporada llena de seminarios
de arte dramático, de circo, de cine, todo muy cercano al humor, al trabajo con
máscaras, a la comedia de arte. Fue una época en la que pude acceder a muchas
cosas, tomar los cursos que quería, fueron siete meses lejos de mis padres. Fue
una experiencia de madurez y aportó mucho en mi vida”, confiesa. “He tenido una
educación muy particular. Al volver, me metí a la Pre para entrar al TUC. Pero
finalmente la abandoné, decidí que mi formación sea práctica, todo ha sido un
proceso muy fluido y natural”.
Maestros, experiencias y proyectos
Patricia considera a Vargas como su principal maestro. “A
los 15 años, él me hizo conocer a Stanivslaski, me hizo conocer el teatro desde
mi experiencia personal. Y dentro de mi vida teatral fueron Alberto Isola, Ruth
Escudero y Paul Ruiz”. Sobre las condiciones que debe tener todo actor de
teatro, ella manifiesta que “debe tener humildad, y si no la tienes pues la
encuentras y la aprendes. Además, debes tener mucha intuición, mucha formación;
debes estar al servicio del otro, el teatro no funciona si no estás en función
al otro”, asegura. Sobre el talento que deberían tener los intérpretes,
Patricia asegura que este no cuenta. “En esta carrera tienes otras cualidades más
relevantes; como actor tienes que escuchar, trabajar, analizar tu texto, tienes
muchas cosas en qué pensar. Es talentoso aquel que se hace entender en el
escenario, no cualquiera hace llegar bien un mensaje. Creo que todo aquel que
trabaja el arte a profundidad es talentoso.”
Por otro lado, para Patricia un buen director de teatro debe
“ser sincero, tener honestidad ante todo, que escuche”. Además, menciona que
muchos de sus directores no han tenido las cosas del todo claras y que solo
cuentan con la estructura antes de enfrentarse a los ensayos y al estreno. “Esa
es la honestidad que debe tener el director, la de decirnos que vamos a empezar
de la nada, ahora ya no me parece terrible”. Pero antes, para Patricia era
inconcebible que un director no supiera qué hacer. “Pero es más rico cuando en el
proceso hay dos entes vírgenes que no saben cómo llegar. Como también hay otros
directores que lo saben todo y te tratan como una pieza. Hay engranajes tan
complejos, sobretodo en musicales, en los que somos 40 actores en elenco.”
Considera también que sí es una ventaja para el director el ser actor. “Pero no
es indispensable, creo que el director tiene una intuición nata. La dirección
tiene un ojo que ha visto mucho teatro.”
Patricia empezó en el teatro profesional en 2009, con
Espacio Libre en el montaje de Una guerra que no se pelea de Sara Joffré; y en
Nuestra señora de las nubes de Arístides Vargas en Teatro Racional. Al año
siguiente, estaría en el Teatro La Plaza con Las Brujas de Salem de Arthur Miller y Agosto, Condado Osage de
Tracy Letts. “Roberto Ángeles me dio la oportunidad, siendo una “chibola”
inexperta, de tener el rol protagónico en La doble inconstancia (2011) de Jean
Pierre de Marivaux”, recuerda. “Él fue literalmente mi maestro, me
enseñó todo, cómo trabajar el verso y cómo trabajar la palabra y la emoción,
sin esa escuela no habría logrado nada”. Es por ello que luego de aquella
experiencia, Patricia ya se sentía más tranquila sobre el escenario al trabajar
en Entonces Alicia cayó (2011), escrita y dirigida por Mariana De Althaus. “Disfruté
un montón ese montaje, ahí me vio mucha gente. El texto de Mariana fue un lujo
para lucirse”, asegura.
Luego de varios estrenos, en los que Patricia demostró una
gran versatilidad y un registro especial para la comedia, llegaría su
consagración definitiva con Piaf, musical escrito por Pam Gems. “El personaje es
un referente importante para mí como actriz, por haber interpretado el difícil
camino que fue la vida de Piaf. Pero canalizar esa vida en emociones y texto, a
mí me ha hecho tomar conciencia de lo que es ser actriz. Fue un trabajo, sentí que estaba trabajando. Esta obra me dio la responsabilidad de verme como
actriz, de tomarme en serio. Fue un momento importante en mi carrera, ya que estaba
tratando de salir de personajes de adolescente”, afirma.
Entre los próximos proyectos de Patricia figura el inminente
estreno de ¡Ay amor!, al lado de Ricky Tosso. “Es una comedia romántica musical
muy bonita. Ricky es un maestro para mí, me está enseñando a hacer café concert,
un género que nunca había hecho”. Además, estará en el Teatro Británico con la
pieza Nunca llueve en Lima, escrita por Gonzalo Rodríguez Risco; como también
en el Teatro La Plaza y en la Universidad del Pacífico, con espectáculos
dirigidos al público infantil. Y finalmente, ya está confirmada su presencia en
una temporada de microteatro. Todos los éxitos para esta joven y versátil
actriz.
Sergio Velarde
26 de febrero de 2016
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