“El actor tiene generalmente una buena dosis de
irresponsabilidad e inconsciencia”
Uno de los actores peruanos más completos del medio en la
actualidad es, por supuesto, Carlos Mesta. Su sentida actuación en Salir,
escrita por Daniel Amaru Silva y codirigida por Rodrigo Chávez y el mismo
autor, tocó fibras muy sensibles en los espectadores, ganando con justicia los
premios de público y jurado de El Oficio Crítico como el mejor actor en la
categoría Drama. “Me formé en la escuela de Ricardo Blume, aunque previamente había
estado algunos meses en el Club de Teatro de Lima, con Reynaldo D’Amore y
Arturo Valero”, menciona. Carlos es arquitecto de profesión, a pesar de tener
una familia llena de médicos. “La única excepción sería mi sobrina Miluska. La
encontré en una grabación, ella está estudiando en la ENSAD. Mi abuelo, que era
del norte, también estuvo relacionado con el arte: él era contador, pero
llevaba artistas en barcos a vapor hasta Chiclayo.”
Sus primeros estudios y la genuina vocación
“Descubrí el teatro en tercero de secundaria”, refiere
Carlos. “Al igual que (Luis) Peirano, que se dio cuenta de que le gustaba
porque lo hacía en serio”. Ya en la universidad, estudiando arquitectura, una
compañera suya, llamada Mariela Tuccio (sobrina del notable actor Calos Tuccio),
le avisó de un grupo de teatro
aficionado, que en ese entonces dirigía Teresa Ampuero de Díaz. “Ahí conocí a
José Enrique Mavila y Javier Valdés, éramos todos jovencitos de 19 y 20 años”.
Luego de su paso por el Club de Teatro y la Escuela de Blume, Carlos entró a
diversos talleres con maestros como Alberto Isola y Roberto Ángeles, y con
prestigiosos colectivos como Yuyachkani. “Posteriormente me fui a Nueva York a
estudiar con John Strasberg (hijo del legendario maestro de teatro
estadounidense Lee Strasberg de la Actor”s Studio) y fue un hito en mi vida,
pues entendí de lo que se trataba la actuación para mí. Una relación íntima
entre mi alma y la verdad.”
Sorprendentemente para Carlos, un actor de teatro tiene
generalmente una buena dosis de irresponsabilidad e inconsciencia. “Si el artista
tuviese alguna lucidez para saber lo que le espera, entonces difícilmente se
arriesgaría a este oficio. Y contradictoriamente, debe tener mucha sinceridad y
honestidad con sus impulsos de vida”. Pero considera que debe ser consciente de
su vocación, a pesar de todo. “Y tener disciplina (como me lo enseñó Blume), es
decir, un rigor que tiene que ver la precisión de su arte, no con una cuestión
impositiva. Se trata de un rigor personal por trabajar, sin flojera y sin
desfallecer, a pesar de todo, hasta conseguir su objetivo final. Nunca pasando
nada por agua tibia". Todo esto sin mencionar el talento, que para Carlos
también se puede desarrollar, pues “es la capacidad que tienes para percibir la
realidad, hacerla tuya y devolverla digerida a un público que no ve lo que tú
ves.”
Por otro lado, Carlos afirma que un buen director de teatro
“debe tener algo que decir; no digo que el actor no lo tenga, pero el director
tiene un lienzo más grande”. También considera que un director es un contador
de historias, es un ser humano que intenta saber de qué se trata la vida y que debe
tener una opinión estética para contarla. “Desde mi ángulo, un director tiene que
saber qué quiere contar, pero no tiene que anticiparse tanto en su montaje, y
los actores tampoco. Debe saber un poco más, documentarse y leer más, los
actores se lo van a demandar”. Carlos confiesa que como director, él confía en
su intuición y que no prepara tanto los ensayos. “Soy escenógrafo”, menciona.
“Llego con mi zonificación de dónde voy a distribuir las cosas. Un director
tiene que tener claro el lugar donde ocurre la acción, el tiempo y las sensaciones:
dónde es, cuándo es y cómo es. Pero luego, debe tener su recipiente vacío, para
que vayan entrando propuestas de los actores. El montaje se va resolviendo en
base a las asociaciones entre los pedazos de la historia. Las asociaciones son
como partituras musicales, el ritmo de esa música debe estar presente en el
montaje, siempre.” Finalmente, menciona que en las escuelas profesionales de
dirección escénica, al director lo hacen actuar. “El director tiene que leer
planos, saber de colores, de música; la actuación es un rango, una categoría
más, manejar esta codificación es necesario.”
La imprescindible escenografía y sus últimos montajes
“La escenografía es absolutamente fundamental y no lo digo por ser
escenógrafo”, refiere Carlos. “Saber dónde ocurre la acción, dónde cuento mi
historia. Cuando un cómico ambulante se para en una plaza a contar algo, lo primero
que hace es trazar su espacio, y aún si no lo traza, la gente se ubica en círculo.
Ese es el principio del teatro griego semicircular: el público mismo te dice instintivamente
cuál es el espacio, aquel espacio sagrado que transforma el espacio cotidiano
en extracotidiano. El lugar es algo primigenio, metateatral”. Y es que el
público, si no sabe dónde ocurre la historia, se frustra o simplemente decide
ponerle un lugar a la acción. “El minimalismo debe ser muy claro; si el
director y el escenógrafo no establecen dónde transcurre la historia, el
espectador, después de varios minutos de fastidio, lo hará por ellos. La
escenografía es una escritura en escena."
Carlos reconoce que en estos últimos años (y antes de Salir)
ha tenido una racha de montajes de excelente calidad, como Cómo crecen los árboles, Este hijo y El continente negro. “Estaba en una reunión y mi
amiga Alexa Centurión (su coprotagonista en Oleanna) me dijo que Daniel Amaru Silva
quería ofrecerme un personaje. Él se acercó y me pidió que leyera su obra, me
la envió y le respondí inmediatamente: “Tu obra me ha emocionado, ¿cuándo
empezamos?”. Mi respuesta le gustó a Daniel". El trabajo empezó y Carlos se
sintió muy cómodo, no solo por el texto, y por la garantía que le ofrecía La
Plaza y la producción de Sala de Parto, sino por el estímulo adicional de ser
co-dirigido por Daniel y por Rodrigo Chávez. “Son dos directores jóvenes,
brillantes, dispuestos a contar una historia de forma no convencional, muy conmovedora,
y adulta para sus veintitantos años.”
Salir tocó fibras muy sensibles no solo de los actores,
sino también del público que alcanzó a
ver la puesta en escena, que contó con una dirección bastante peculiar. “Empezamos
a ensayar las entradas y salidas con módulos y vestuario convencional, pero algo
me pasaba con esa estética, no llegaba a digerirla, a comprenderla. Hasta que
un día, por algunos problemas que tuvimos, nos indicaron que digamos todo hacia
el público, relacionándonos entre nosotros. Cuando terminamos la pasada, fue
tan maravillosa que le dije a Daniel: ‘¿Y si la hacemos así?’. Era una locura, pero
Daniel me dijo: ‘Eso lo teníamos pensado desde el inicio’ (risas)”.
Al recibir la distinción otorgada por El Oficio Crítico,
Carlos mencionó un problema que afecta seriamente a las salas, y es la poca
afluencia de público a pesar de las numerosas propuestas teatrales de alta
calidad en nuestra capital. “Creo que hay una contradicción entre lo que uno
quiere hacer y lo que el público quiere ver”, reflexiona. “La forma cómo quiero
ser mirado y la forma cómo me miran: la armonía entre esos impulsos generaría
el público. He tenido continuidad de
trabajo en las obras dramáticas, me gustan, pero también son un placer las
comedias y los buenos musicales. Hace poco vi En el barrio y me encantó, como
también los musicales de Denisse (Dibós, productora de Preludio). Me encantaría
hacer comedia y cantar un poco más, hay que barajar todas estas alternativas
para mantener una sala llena. Y es que la comedia del arte nace así, como dijo Eugenio
Barba: entretener es la base cero, un par de actores, que para no morir de
hambre, abren el telón y te entretienen. Si no lo hacen, no les pagas y no
comen, así de simple. Por supuesto que a partir de esta base se construyen
otras reflexiones mayores que le dan sentido al teatro en nuestras vidas."
Entre los proyectos que tiene Carlos entre manos se
encuentra la dirección de la pieza Teresa Raquin, escrita por el padre del
naturalismo francés Emile Zola. “Se estrenará el 14 abril en el Teatro de
Lucía. Es una tremenda obra, actualmente en temporada en Broadway. Estamos
haciendo nuestra versión”. ¿Actuar o dirigir? Carlos contesta inmediatamente:
“Ahora me provoca mucho más dirigir y bueno, actuar… es inevitable actuar, siempre
aparecen cosas. Por otro lado, espero que haya más producción nacional en
televisión para la cantidad de actores que están saliendo, especialmente producción
de historias corales, es decir, de muchos personajes”. Finalmente, Carlos nos cuenta que enseñará en el primer
taller de actuación que se abrirá en el Teatro de Lucia, a partir del 15 de
marzo. Habrá audiciones el viernes 11 y el sábado 12 de marzo. Los interesados
pueden escribir a: tallerdeactuacioncarlosmesta@gmail.com
Sergio Velarde
26 de enero de 2016
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