Una espera infinita
Los alumnos del XI Taller de Formación Actoral de Mikhail Page presentaron una breve temporada de Esperando a Godot, un clásico del teatro escrito por Samuel Beckett, bajo la dirección de Page, la cual tuvo lugar en el Teatro de Lucía.
La versión de Page propone una lectura contemporánea que no traiciona la esencia del texto original, que sigue vigente en nuestros tiempos, pues esta icónica pieza del teatro del absurdo explora la incertidumbre, la esperanza y las paradojas de la condición humana. Vladimir y Estragón esperan en medio de un camino a alguien llamado Godot. Para matar el tiempo se envuelven en conversaciones filosóficas, peleas y juegos de palabras, hasta que aparecen Pozzo y su sirviente Lucky, así como un muchacho que anuncia que Godot no vendrá ese día. La trama se convierte en un ciclo que se repite sin norte alguno, como símbolo de la búsqueda del sentido, de un objetivo, en un medio hostil y olvidado.
Lejos del espacio abstracto que sugiere la narrativa, la obra se sitúa en un entorno urbano marcado por grafitis, luces de neón y basura acumulada, una escenografía que sugiere abandono, exceso y espera sin horizonte. Así, el diseño visual es un acierto de la propuesta. Los grafitis funcionan como ruido constante del mundo moderno, mientras que las luces de neón aportan una atmósfera fría y artificial, reforzando la sensación de vacío. Los desperdicios en el suelo, se convierten en un símbolo claro del desgaste social y moral. Todo ello, no solo contextualiza la acción, también la interpreta.
Por otro lado, el elenco conformado por Benjamín Vera, Jean Pierre Felippe, Bryan Núñez y David Vilchez, afianzados en escena, dotaron de particularidades a sus personajes (voz, caracterización, gestos, corporalidad). Los protagonistas, vestidos con casacas de cuero y jeans rotos, representan a hombres desplazados, atrapados en una espera que no promete terminar. Un símbolo, tal vez, de la marginalidad de lo urbano, lo distinto. La interpretación mantiene un tono preciso, respetando el ritmo pausado y repetitivo de Beckett, pero con una energía actual que evita una solemnidad excesiva. Contrastando con los personajes secundarios, que, en sus vestuarios y formas, amplifican la crítica social, visibilizando lo que muchas veces se normaliza. A través de la exageración, la puesta en escena expone formas todavía vigentes de discriminación y abuso de poder. Sin duda, una decisión arriesgada pero efectiva.
Finalmente, esta versión de Esperando a Godot logra actualizar el clásico sin simplificarlo. La propuesta entiende que la espera, el absurdo y la desigualdad no pertenecen solo al siglo XX, sino que siguen siendo parte de nuestra experiencia cotidiana. Es una puesta en escena clara, coherente y provocadora, que invita al espectador a mirar el presente desde el espejo incómodo del teatro.
Maria Cristina Mory Cárdenas
30 de diciembre de 2025

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