lunes, 31 de agosto de 2020

Crítica: VIAJE A LA INTIMIDAD


Un encuentro invisible y visible

Imaginemos que estamos en el Campo de Marte o en el parque El Olivar. Tú y yo no nos conocemos, pero entablamos una conversación. Tú escuchas mi historia, yo escucho tu historia. Tú me cuentas aquello que te motiva decirme; y yo, también. Luego, en el transcurso de esta interacción, conectamos tú y yo. Dadas las circunstancias nos podemos expresar rápidamente sin ningún intermediario. Pero ahora, nuestro interlocutor está en otro lugar y sus ojos se convierten en el lente del dispositivo que usamos para comunicarnos. Pues su cuerpo o el nuestro pueden tornarse peligrosos si estamos en convivio. Dadas las actuales circunstancias, ¿podremos crear la ilusión de que el otro está realmente frente a nosotros y conectar de la misma forma? Esta fue una de las preguntas que se planteó Sebastián Bellina, estudiante de artes escénicas en la UPC, para realizar su proyecto escénico Viaje a la intimidad. Dicho trabajo es una creación en la que participan su familia y él. Además, lo trasmitió desde su casa a través de la plataforma Zoom.

Viaje a la intimidad es un lugar para generar espacios de conexión con el otro. Esta se funda en dos momentos claves para dicho objetivo.

La interacción invisible

Sebastián nos dice que le enviáramos un correo para poder acceder a su espectáculo. Él responde nuestra petición del email con “algunas cositas más”.  Resulta que ha enviado una fotografía de él y la información básica de la representación teatral. Además, nos remite cierta información sobre nosotros mismos.

En su mensaje, intenta crear un espacio de interacción. Pues la información pública -porque está en redes sociales- que tiene de nosotros lo usa para entablar una conversación invisible entre él y el espectador. Por ejemplo, si te dedicas al teatro y tienes una foto con algún grupo teatral, él te enviaba esa misma foto comentándote que también se dedica al teatro y que en ese mismo grupo conoció a su actual pareja. Así, a partir de la observación virtual del otro, transforma una relación tipo actor – espectador a una de persona – persona. En otras palabras, se presenta como él, sin ningún personaje ni alguna etiqueta que diga que es el actor.

Este primer acercamiento con el público es fundamental para generar una conexión con este. Pues el lazo con la otra persona se crea a partir del reconocimiento de aquello que nos identifica. Y en este caso, a partir de una fotografía o alguna publicación en cualquier red social, el artista se identificó con el otro.

La interacción visible

La segunda parte de la interacción empieza a las 17 horas del día domingo. Sebastián presenta varias escenas en la que nos cuenta abiertamente un poco de él. Cada una versa sobre un aspecto particular de su vida.  Es decir, trata de llevar al espectador por un viaje en la que el paisaje es la intimidad del artista. Los momentos de cada escena presentan una temática en particular. En una escena hablaba sobre su relación con sus abuelitos; en otra, sobre su primer encuentro sexual, por ejemplo.

Al término de cada escena, llevaba al público al plano real. El espectador, luego de haber visto una parte de su historia, tenía la posibilidad de comentar algo que haya resonado en él. En ese momento, se generaba la ansiada conexión entre todos. No solo entre Sebastián y el espectador que contaba alguna experiencia análoga al del artista. Pues todos eran parte de un mismo testimonio y dicha aseveración partía de algo verdadero. Así, el creador pudo lograr abrir el corazón de cada espectador y generar espacios para que cada uno cuente una parte de su historia.

Por otro lado, los agentes actuantes del proyecto escénico presentaban los mismos roles que en la cotidianidad de sus vidas. Además, contaban momentos que les había sucedido realmente. Pero cuando mencionaban algunas frases de los parlamentos no parecía orgánico. Sin embargo, su historia fue verosímil. Pues Sebastián creó la atmósfera de su obra momentos antes de la función. En otras palabras, el espectador ya sabía que el artista contaría una pequeña parte de su biografía y los agentes actuantes serían miembros de su familia.

En resumen, Viaje a la intimidad no es solo un texto escrito y llevado al hecho teatral. Es un espacio para revivir y contar momentos alegres o tristes de nuestra existencia, además de conectar y empatizar con el otro.

Elio Rodríguez

31 de agosto de 2020

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