Un western con sabor a ACME
No tengo la bibliografía necesaria para constatar que Reticulatazo sea, efectivamente, la primera obra teatral western del Perú. Pero lo que sí puedo constatar es que se trata de un buen temprano intento para acercarse a la fórmula, con una propuesta fresca, divertida, con buena acción y con una sensación palomitera como un buen western cómico debería tener.
La dinámica principal sobre la que gira la obra es la de los dos cazarrecompensas del título: “Retícula” y “Culatazo”, quienes se enfrentan en cómicas peleas a un grupo de maleantes que utilizan galletas para ganar fuerza. Es una trama de revista pulp que en su simpleza se divierte y te invita a disfrutar de su convención junto a ella. El dúo principal de Edson Suárez y Juan Pablo Arroyo funcionan como héroes de historieta arquetípicos, a los que igualmente se les debió haber dado más tiempo y escenas juntos como equipo, para que su relación se nos haga totalmente entrañable y los momentos dramáticos golpeen más.
El resto de personajes logran mantenerse balanceados, tanto la dirección como la dramaturgia supieron entender la necesidad de personajes serios que balanceen y reaccionen a los cómicos: el trío de maleantes (Lupe Namuche, Bryan Castilla y sobre todo, Elliot Marcos) dan vida al mundo, el contratista de Nicolás Bazán da un tono de comedia un poco más ligero que puede dotar de todavía más manierismos, y los antagonistas de Gabriel Soto y Luca Reátegui logran ser intimidantes sin apagar a los personajes cómicos.
La obra pareciera proponer un Perú alternativo en el que conviven elementos de la tecnología contemporánea con la vestimenta, armas y construcciones del Lejano Oeste. Es un aspecto anacrónico algo confuso y a veces distractor: la obra inicia pasando de una entrevista televisiva al fondo generado por IA de un banco en medio del desierto. La propuesta aun así no busca tener exactitud histórica alguna, por lo que este es un detalle que no aborda toda la experiencia y se puede entender como una conveniencia argumental. Los elementos más disfrutables de la obra son en realidad los que se alejan justamente del realismo y nos evocan unos vaqueros más LooneyToon-escos, como la dinamita del final o las ya mencionadas galletas. Muy buen trabajo aquí de la dirección de arte.
El plato fuerte de la propuesta es por lejos todas las secuencias de acción y lucha escénica. Cada una es un deleite para el espectador, bien arriesgadas y con planteamientos creativos que te mantienen atento a lo que vaya a suceder en cada una. Son secuencias que abrazan la caricatura como algo divertido y dinámico de ver, y te dejan siempre con ganas de más.
Por esto tal vez se siente que tanto el dúo principal como sus secuencias de acción necesitaban un poco más de tiempo en escena, un tiempo cerca del inicio en el que podamos disfrutar más la personalidad del equipo. Como está ahora, Reticulatazo es ante todo una propuesta divertida, con mensajes curiosamente relevantes sobre la corrupción actual, y que espero proponga el inicio de nuevas ficciones que den propuestas atrevidas y sin temor a lo estrafalario. Diversifiquemos nuestras propuestas cómicas y no le tengamos más miedo al sombrero vaquero.
José Miguel Herrera
11 de febrero de 2025
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