lunes, 3 de febrero de 2025

Crítica: OBRAS CORTAS CAFAE


Confesiones, cambios drásticos y nuevos comienzos

La noche de la presentación de obras cortas en CAFAE-SE inició con la obra Papeles invertidos, escrita y dirigida por Alexander Rodríguez. La historia comienza la mañana después de la despedida de soltero de Alfonso (Gustavo Ipa), quien despierta con la preocupación de llegar a su boda ese mismo día en Lima. Sin embargo, su hermano mayor, Alonso (Rodríguez), lejos de ayudarlo, mantiene una actitud despreocupada y sigue en modo fiesta, mostrando ante el público, un espíritu libre que contrasta con la rigidez de Alfonso.

Desde el inicio, la obra plantea la oposición entre ambos personajes: Alfonso, el menor, es el más estructurado y pragmático; mientras que Alonso, quien ha elegido una vida artística y bohemia, rehúye las responsabilidades familiares. En un intento de ayudarlo, Alfonso insiste en que abandone la escritura y acepte un puesto en la empresa familiar, convencido de que así podrá encaminar su vida.

La dinámica entre los hermanos se desarrolla con un ritmo ágil y un humor que suaviza la crudeza de sus diálogos. A través de reproches y recuerdos, se evidencian heridas del pasado y el peso de las expectativas familiares. Alfonso alguna vez vio en Alonso un modelo a seguir, pero ahora siente que ya no lo reconoce. Alonso, por su parte, arrastra resentimientos por el favoritismo que, según él, siempre benefició a su hermano menor. Esta inversión de roles a lo largo del tiempo (reflejada simbólicamente en el intercambio de prendas durante la obra), y la polaridad en los comportamientos de ambos personajes, es el eje central del conflicto.

Sin caer en dramatismos excesivos, Papeles invertidos logra un equilibrio entre la comedia y la introspección. La interacción entre los actores se siente natural y permite que el público empatice con sus dilemas. Entre bromas, ironías y situaciones cotidianas entre una relación de hermanos, la obra nos enfrenta a preguntas sobre la identidad, el peso de la familia y el miedo a tomar decisiones definitivas. Con un cierre que deja espacio para la reflexión, Papeles Invertidos nos recuerda que, en medio del caos de la vida adulta, a veces es necesario hacer una pausa, escuchar al otro y encontrar un punto de encuentro.


¿Cuánto dolor estamos dispuestos a aceptar en nuestras vidas?

La siguiente obra en presentarse fue El ritmo del dolor, creación colectiva dirigida por Victor Lucana, e interpretada por María Laguna, Luis Gildemeister, Hugo Menéndez y Raquel Niego. La puesta en escena sigue los testimonios de Maka (Laguna) y Gilberto (Gildemeister), quienes enfrentan enfermedades congénitas que han marcado sus vidas con dolor físico y emocional.

A través de relatos crudos y las memorias de ambos protagonistas reconstruidas, los cuatro intérpretes logran transmitir la magnitud de este sufrimiento, explorando cómo ha impactado su infancia, adolescencia y vida adulta. Se abordan las relaciones con los médicos, así como las dificultades que emergen en el ámbito familiar, laboral y social. Finalmente, la obra logra conmover al público, quienes responden con un aplauso sentido y emocionado.

Este tipo de propuestas resultan necesarias para visibilizar realidades ajenas y generar conciencia sobre experiencias que muchas veces permanecen en el margen. Sin embargo, me surge una reflexión inevitable: tras la función, se mencionó la frase “Cada ensayo era un dolor emocional”. Entonces, me parece prudente preguntar aquí: ¿hasta qué punto compartir el sufrimiento contribuye a la toma de conciencia y cuándo comienza a convertirse en una sobreexposición que profundiza el dolor de quienes lo representan? ¿Qué cuidados se toman para resguardar el bienestar emocional de los intérpretes?

En un montaje con una carga emotiva tan fuerte, es fundamental preguntarse cuál es el verdadero objetivo del aplauso: ¿se reconoce el trabajo escénico o se está aplaudiendo a alguien por haber sufrido? La sensibilidad con la que se abordan estos temas no solo debe dirigirse hacia el público, sino también hacia quienes ponen su historia en escena. En este sentido, El ritmo del dolor deja abierta una conversación sobre la responsabilidad ética en la representación del sufrimiento y la importancia de tratar estas temáticas con el mayor cuidado y respeto posible.

Daniela Ortega

3 de febrero de 2025

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