miércoles, 19 de febrero de 2025

Crítica: FANTASÍA


Una fantasía en escena

La música siempre acompaña a las artes escénicas, no solo como ambiente, sino a veces como un personaje invisible que sigue o dialoga con los otros personajes - los que vemos y nos ven - y juntos nos cuentan una historia. Así ocurre en el teatro, pero mucho más en la danza, donde la estrecha y fluida relación entre historia, movimiento y melodía es fundamental.

En Fantasía, una mujer se multiplica con distintas melodías. Es una y muchas a la vez. Cambia de piel y vuelve a empezar. Son las facetas de un mismo ser que repite sus pasos con distintos colores en una búsqueda interior, acaso de recuerdos o tal vez de nuevos caminos. Los cambios de color nos hablan del cambio frente a las circunstancias, pero la desnudez nos devuelve al origen, a la esencia de la mujer que se descubre a nuestra vista.

La música es parte de su vida en distintos momentos. Ella misma es parte de la música, como si fuera un instrumento más. La música se interrumpe con el movimiento como si dependiera de él para existir. En Fantasía el orden se invierte: no puede haber música sin movimiento y el movimiento es la condición para ser alguien o algo con sentido. Una perfecta sincronización con el sonido crea esta maravillosa ilusión.

¿A dónde va esta mujer? ¿A dónde nos lleva la música que su cuerpo interpreta? No son preguntas para encontrar respuesta inmediata, sino para reflexionar durante casi una hora de desarrollo de una performance creada con elevada exigencia en la pulcritud de los detalles.

Destreza, belleza, armonía, reflexión. Todo eso nos trajo Fantasía desde Suiza, a cargo de Ruth Childs (bailarina e intérprete británico-estadounidense) al festival Temporada Alta, en la Alianza Francesa.

David Cárdenas (Pepedavid)

19 de febrero de 2025

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