Magia en el parque
Partiendo de una anécdota real ocurrida en su vida, el joven actor Diego Salinas decide escribir y dirigir una tierna historia llamada Invisible, que justamente trata de visibilizar a aquellas personas desprotegidas que muchas veces ignoramos en la calle (o hasta tememos, debido a nuestra precaria seguridad ciudadana) y que muy probablemente esconden conmovedoras historias y por supuesto, personas honestas y valiosas a las que la vida acaso no haya tratado tan bien. Presentada actualmente en una breve temporada en The Basement - Selina de Miraflores, la puesta en escena de Salinas destaca por su sencillez y ternura, así como por las acertadas actuaciones del elenco.
Tomando prestada la figura de la estatua que cobra vida (como en El príncipe feliz, aquel clásico de Oscar Wilde), un mendigo llamado Ramón (Antonio Aguinaga) deambula pidiendo limosna por un parque limeño, en el que se erige la estatua de bronce del Pensador (Sebastián Stimman); misteriosamente el monumento cobra vida, con el propósito de ayudar a Ramón a conseguir la atención del joven oficinista Pedro (Giovanni Arce), la única persona que le colabora con monedas y que parece percatarse de su existencia. Salinas opta por presentar su espectáculo en formato circular, lo que se convierte en su mayor acierto, ya que involucra directamente al público en esta historia imposible, repleta de hilarantes secuencias. Quizás el exceso de referencias localistas, como las de nuestra insufrible clase política, puedan distraer de la magia que se va creando en aquel parque, pero que se sostiene por unos sólidos personajes y un ritmo sin tropiezos.
Muy bien Stimman, dueño de una gran capacidad corporal y el justo histrionismo que le otorga a su Pensador de origen español; así como también Arce, que aprovecha sus pocas escenas para revelarnos parte de su personalidad, como por ejemplo, en su llamada a una familiar en casa. Pero es, sin duda, Aguinaga quien destaca sobremanera, en una entrañable caracterización, volcando en ella sus décadas de experiencia sobre las tablas para regalarnos una clase magistral de actuación. Resulta muy difícil entablar conversación y mucho menos confiar en extraños en estos tiempos tan violentos; no obstante, sólidos montajes como Invisible nos brindan aquella necesaria enseñanza: no debemos perder la fe en el prójimo y bien que podemos encontrar humanidad en aquellas personas invisibilizadas por la sociedad.
Sergio Velarde
27 de noviembre de 2024
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