Chéjov en versión nacional
Siempre existe un enorme riesgo al “peruanizar” cualquier obra teatral extranjera, especialmente al cambiarle incluso el factor temporal, no solo el espacial. Debe tenerse un conocimiento profundo del material original y encontrar los paralelos exactos con nuestro contexto histórico y nuestra particular idiosincrasia. No siempre los resultados son favorables; sin embargo, cada cierto tiempo aparecen aquellos acertados montajes que nos demuestran el porqué de la vigencia de muchos clásicos universales: sus personajes y sus acciones, en el tiempo y en el espacio en que se encuentren, son absolutamente reconocibles y factibles de suceder. Tal es el caso, sin duda, de la puesta en escena de Detrás ruge el lago, una versión libre de La gaviota de Anton Chéjov, escrita y dirigida por Mariana de Althaus, ubicada esta vez en alguna de nuestras regiones a finales de los años setenta.
Considerada como una de las obras maestras del autor ruso, La gaviota, escrita en 1896, explora temas atemporales como el amor, las tirantes relaciones familiares, las ilusiones insatisfechas y el arte en varias de sus aristas. El ave en mención, elemento simbólico central presente en el título original y que aparece muerto en escena, anticipa el triste final de la pareja protagónica; pero en esta adaptación, De Althaus privilegia el lago ubicado en el lugar de la acción, pero “detrás”. Un lago que nunca vemos, pero que sí escuchamos mencionar; lo que sí vemos desde que entramos en la platea del Teatro La Plaza es el improvisado escenario armado sobre el escenario real, en donde se llevará a cabo una función teatral. Estas tarimas y telones impiden contemplar la belleza natural del lugar y constituyen de por sí un elemento disruptor; como si el arte hubiera alterado la naturaleza de los personajes del drama.
Y es que los cuatro roles principales, conflictuados emocionalmente, tienen el arte como común denominador: un joven dramaturgo experimental y progresista (Miguel Dávalos) recibe la visita de su madre, una narcisista y decadente actriz capitalina (Tatiana Astengo); junto a su actual pareja, un escritor reconocido y mujeriego (Leonardo Torres); a ellos se les une una joven aspirante a actriz (Verony Centeno), residente de la zona y dispuesta a todo con tal de conseguir sus objetivos. Junto a ellos, un humilde maestro (Alain Salinas) que anda detrás de otra muchacha de la zona (Carolay Rodriguez); no obstante, esta última se halla enamorada del hijo de la actriz. Notables actuaciones de todo el elenco, convincentes y conmovedores, y entre quienes habría que destacar el feliz regreso de Astengo a las tablas, en un complicado papel de ejecución rigurosa, que alcanza su pico dramático en su escena con Dávalos..
El ambientar La gaviota fuera de Lima e iniciando los años ochentas no es casualidad; más allá del intenso drama familiar conseguido, la Revolución Rusa (1917) estaba a punto de estallar pocos años después del estreno de la pieza de Chéjov. El derrocamiento del régimen zarista y la posterior instauración del primer Estado socialista del mundo encuentra un pertinente paralelo en el infame brote subversivo nacional y el inicio del conflicto armado interno. De Althaus ha sabido contar su propia historia (nuestra historia), a través de una adaptación más que pertinente y con muchas secuencias excelentes. Detrás ruge el lago le hace justicia al escritor ruso, demostrando que “peruanizar” obras foráneas sí es posible, mientras se respete con creatividad el material original.
Sergio Velarde
25 de noviembre de 2024
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