Hay hondura, falta ritmo
La casa limpia,
obra de Sarah Ruhl y dirigida por Franco García Becerra, nos cuenta la historia
de Matilde, una chica en búsqueda del chiste perfecto, que le permita sentirse como
la comediante que quiere y aspira a ser y que, por su historia familiar, está comprometida
a volverse. En ese camino, cruzará experiencias con unas hermanas que, lejos de
mantener una sana relación, van sacando sus problemas y enfrentando sus dilemas
en torno al propósito, el amor y la abnegación por aquello que se ama.
La obra, sin duda, tiene un carácter cómico y sátiro, que
entremezcla situaciones un tanto especiales con la búsqueda de sentido profundo
de la vida misma, y en ese sentido el personaje principal encarna esa
ambigüedad, desconcierto y anhelo. La actriz Lorena Vásquez logra capturar esa
esencia y desarrollarla a medida que avanza la obra, teniendo nuestra entera
atención dentro de la reflexión, la transparencia y lo absurdo que puede sonar
su anhelo ante los oídos de los otros.
Los personajes, en general, está bien construidos, hay un
correcto desarrollo de ellos e incluso cada quien logra tener un momento
climático interesante, que le da mucha más vida a la obra. Lo difícil ha sido
poder encontrar los tiempos para entender las dualidades del texto. Por
momentos, la obra se deja llevar demasiado por cierta solemnidad y
detenimiento, el imaginario del personaje principal, y pierde un poco el norte.
A causa de ello, se suelta la comicidad que pide el texto; si bien se destaca
cierta cualidad meditativa fantástica, sin lo otro, queda a medio desarrollo.
Hay premura en realizar los cambios de escena, cuando es
donde se debería dar la oportunidad al público de reposar lo visto, pues los
cambios se dan, muchas veces, en momentos emocionales clave. Es durante la
escena que se debe dar más inmediatez, más reacción, no solo la expresión de
los personajes de manera unitaria. Estos están muy bien construidos, tienen
hondura, motivaciones, defectos. Lo que falta afianzar son sus relaciones, las
reacciones, dejar por un momento esa pausa entre texto y texto, y darle mayor
realce a la interacción. Todo alrededor también está muy bien construido: la iluminación,
la escenografía, los cortes hacia el público, todo está construido para que la obra
brille.
Al final, nos llevamos los momentos más emotivos, donde la
obra encuentra su ritmo, así como su cierre. Un ajuste, cambios de intensidad
en las escenas, y sería una obra que ha logrado unir sus elementos y darnos la
experiencia completa, que logre brillar.
Omar Peralta
25 de noviembre de 2024
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