lunes, 25 de noviembre de 2024

Crítica: LA CASA LIMPIA


Hay hondura, falta ritmo

La casa limpia, obra de Sarah Ruhl y dirigida por Franco García Becerra, nos cuenta la historia de Matilde, una chica en búsqueda del chiste perfecto, que le permita sentirse como la comediante que quiere y aspira a ser y que, por su historia familiar, está comprometida a volverse. En ese camino, cruzará experiencias con unas hermanas que, lejos de mantener una sana relación, van sacando sus problemas y enfrentando sus dilemas en torno al propósito, el amor y la abnegación por aquello que se ama.

La obra, sin duda, tiene un carácter cómico y sátiro, que entremezcla situaciones un tanto especiales con la búsqueda de sentido profundo de la vida misma, y en ese sentido el personaje principal encarna esa ambigüedad, desconcierto y anhelo. La actriz Lorena Vásquez logra capturar esa esencia y desarrollarla a medida que avanza la obra, teniendo nuestra entera atención dentro de la reflexión, la transparencia y lo absurdo que puede sonar su anhelo ante los oídos de los otros.

Los personajes, en general, está bien construidos, hay un correcto desarrollo de ellos e incluso cada quien logra tener un momento climático interesante, que le da mucha más vida a la obra. Lo difícil ha sido poder encontrar los tiempos para entender las dualidades del texto. Por momentos, la obra se deja llevar demasiado por cierta solemnidad y detenimiento, el imaginario del personaje principal, y pierde un poco el norte. A causa de ello, se suelta la comicidad que pide el texto; si bien se destaca cierta cualidad meditativa fantástica, sin lo otro, queda a medio desarrollo.

Hay premura en realizar los cambios de escena, cuando es donde se debería dar la oportunidad al público de reposar lo visto, pues los cambios se dan, muchas veces, en momentos emocionales clave. Es durante la escena que se debe dar más inmediatez, más reacción, no solo la expresión de los personajes de manera unitaria. Estos están muy bien construidos, tienen hondura, motivaciones, defectos. Lo que falta afianzar son sus relaciones, las reacciones, dejar por un momento esa pausa entre texto y texto, y darle mayor realce a la interacción. Todo alrededor también está muy bien construido: la iluminación, la escenografía, los cortes hacia el público, todo está construido para que la obra brille.

Al final, nos llevamos los momentos más emotivos, donde la obra encuentra su ritmo, así como su cierre. Un ajuste, cambios de intensidad en las escenas, y sería una obra que ha logrado unir sus elementos y darnos la experiencia completa, que logre brillar.

Omar Peralta

25 de noviembre de 2024

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