lunes, 5 de agosto de 2024

Crítica: ESPÍRITU TRAVIESO


Qué cosas hacemos para darle un sentido a nuestra existencia

La Segunda Guerra Mundial tuvo un impacto emocional profundo en el mundo. El conflicto, que duró de 1939 a 1945, fue el más devastador de la historia, con pérdidas masivas de vidas humanas, destrucción de ciudades y comunidades, y cambios radicales en el orden mundial. Algunos de los efectos emocionales incluyen traumas y estrés postraumáticos (en soldados y civiles), pérdida de seres queridos, hogares y comunidades enteras que provocó un dolor profundo por el duelo en muchas personas, también el miedo y ansiedad constante por los ataques vividos, el cuestionamiento de muchas creencias y valores. Y por supuesto, la guerra también influyó en el arte, la literatura, la música y el cine. Es así que, desde todos estos factores, las sociedades empiezan a abordar temas como la paz, la injusticia, los derechos humanos y el sentido de la vida.

En este contexto de la Segunda Guerra Mundial, el dramaturgo, músico y actor inglés, Noël Coward, con más de 60 obras teatrales en su repertorio, escribe Espíritu travieso, partiendo del sentir de los londinenses de volver a ver a sus seres queridos, en una etapa en que también se había perdido el sentido de la existencia, de lo absurdo de las guerras, y quizá lo que más necesitaba el ser humano de aquella época era escapar de esa realidad mediante las artes. Es así que Espíritu travieso se convierte en una comedia negra de enredos; su director Mateo Chiarella plasma muy bien en su visión este sentido de la obra y nos logra entregar un montaje con personajes que buscan descubrir constantemente qué existe más allá de la realidad conocida y cómo nos aferramos a los recuerdos, tratando de encontrar un sentido a nuestras vidas.

En escena, los actores David Villanueva, Wendy Vásquez, Andrea Luna, Celeste Viale, Cecilia Reckhemmer, Sebastián Stimman y Danitza Montero hacen una buena sinergia, con buen ritmo y totalmente involucrados en una atmósfera misteriosa, oscura y divertida; a destacar el personaje de Madame Arcati, interpretado por Viale, que es realmente un deleite verla en escena: atrapa, conmueve y logra transmitir la esencia y emociones del personaje de manera convincente con una presencia escénica que deslumbra. Punto aparte también a la disposición escenográfica, que al ser un teatro circular como el de Aranwa, ayuda mucho a la acción de la pieza llegando a ser una experiencia inmersiva en donde, por momentos, no sabes de dónde saldrá un espectro y juega mucho con tu complicidad. Muy recomendable.

Manuel Trujillo

5 de agosto de 2024

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